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Jie Dalei, "​Ideología y competencia"

Jie Dalei, "Ideología y competencia estratégica sino-estadounidense"[1]
Introducción de David Ownby

Introducción

​Jie Dalei es profesor asociado de la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad de Beijing.  Completó su doctorado en la Universidad de Pennsylvania en 2012, y es parte de la generación más joven de académicos chinos que se siente cómoda publicando tanto en chino como en inglés. (ver su cv aquí).

El texto traducido aquí fue publicado en línea en la Revista Cultural de Beijing el 9 de mayo de 2020, pero fue publicado originalmente como un artículo académico con contenido adicional y notas a pie de página.  La mayor parte del artículo, si no todo, fue seguramente escrito antes del brote del coronavirus en China a finales de 2019, y la pandemia no se menciona en el texto.  Sin embargo, las reflexiones de Jie sobre la competencia ideológica entre China y los Estados Unidos resuena con muchos de los mismos temas que la discusión de Yao Yang sobre la posibilidad de una Nueva Guerra Fría, por lo que me parece pertinente incluirlo con otros textos sobre el mundo post-pandémico.  

El tema central del texto de Jie es la tensa relación actual entre China y los Estados Unidos y, como muchos académicos que escriben para un público popular, su objetivo es dar profundidad y contexto a un tema en el que el discurso periodístico y diplomático cotidiano a menudo oscurece más de lo que aclara.  De hecho, gran parte de su texto se limita a repasar la historia reciente -después de todo, no hace tanto tiempo que China y los Estados Unidos normalizaron sus relaciones- recordando a los lectores que ha habido altibajos en la relación, pero que la coexistencia ha sido posible y fructífera. 

Estos antecedentes preparan el terreno para el plato fuerte del texto, que se centra en la relación chino-estadounidense desde que Trump llegó al poder (Xi Jinping no es mencionado por su nombre), y en el que se sostiene que a medida que se ha intensificado la competencia estratégica entre las dos grandes potencias, la ideología ha empezado a influir en la relación de formas nuevas y diferentes.

A muchos lectores occidentales del texto de Jie probablemente les sorprenderá su afirmación de que los Estados Unidos están empezando a sentir la presión ideológica de China.  Confieso que no sé qué hacer con esto; Jie cita pocas pruebas para respaldar su afirmación (a menos que las acusaciones de EE.UU. de que China podría estar interfiriendo en las elecciones de EE.UU. reflejen "presión ideológica") y veo poca evidencia de esto en mi propia lectura de las noticias de EE.UU.   Esa afirmación sería, por supuesto, más fácilmente aceptada por los lectores chinos, muchos de los cuales bien podrían pensar que la Norteamérica afectada por la pandemia bajo el liderazgo irresponsable de Trump debería sentirse amenazada por la ideología de competencia de China.  En otra parte de su texto, Jie argumenta que los estadounidenses son mucho más ideológicos de lo que creen, lo que me parece cierto, aunque parezca contradecir su afirmación sobre la sensibilidad ideológica estadounidense.

Uno de los elementos que me resultan más importantes del texto de Jie es su sobrio realismo.  Jie hizo su doctorado en los EE.UU. y publica junto a populares académicos extranjeros en las principales revistas occidentales.  Hay poco o ningún indicio de cualquier "ideología" personal en el texto.  Él escribe, como corresponde, como un académico chino, pero no veo ningún indicio de cualquier agenda nacional o nacionalista en su escritura.  Su mensaje es que China y Estados Unidos son ahora aproximadamente iguales, y que ambas partes necesitan reflexionar sobre lo que eso significa.  Los Estados Unidos deben darse cuenta de que el ascenso de China no ha satisfecho las expectativas estadounidenses de cómo sería una China rica y poderosa, pero esto ha sido un sueño de Estados Unidos y no debería ser el problema de China. 

Ambas potencias deberían inyectar algo de "humildad" en su diplomacia, y ponerse a trabajar creando las condiciones para una "sana" competencia.    Como muchos otros intelectuales chinos moderados y reflexivos, Jie parece estar diciendo, a los Estados Unidos, "Respeto quienes son, por favor respeten en lo que me he convertido", y a China, "ten cuidado, podrías conseguir lo que deseas".

El punto final de Jie se refiere a lo que él llama un "dilema de seguridad" en el ámbito ideológico, con lo que quiere decir que "ambas partes sienten que sus planes y acciones en el ámbito ideológico son de naturaleza defensiva, mientras que la incertidumbre acerca de las intenciones de la otra parte, y la inseguridad resultante, conduce a una escalada en la competencia, creando un círculo vicioso en el comportamiento de ambas partes".  Esto me parece muy plausible, aunque menos por razones estructurales que por la voluntad de Trump de sacrificar las relaciones chino-estadounidenses por antojos del momento, y la necesidad de Xi de responder a estos caprichos de Trump.

Cita favorita

“El papel que la ideología juega en la presente y futura relación sino-estadounidense decidirá en gran medida si se producirá una ‘nueva Guerra Fría’.  La mayoría de los académicos y expertos, tanto chinos como estadounidenses, creen que una comparación con el ejemplo histórico de la Guerra Fría Soviética no es apropiada.  La razón de ello, aparte de una confianza mutua de alto nivel entre las dos potencias en términos económicos y sociales, y del hecho de que otros países no parecen querer ver al mundo dividido una vez más en dos campos distintos, es que China y los Estados Unidos no tienen el tipo de confrontaciones violentas de suma cero que los Estados Unidos y la URSS tuvieron en su momento.

Sin embargo, desde otra perspectiva, juzgar el impacto de los factores ideológicos en términos de la confrontación ideológica de la Guerra Fría parece poner el listón muy alto.  En otras palabras, si ponemos los enfrentamientos ideológicos entre los EE.UU. y la URSS en un extremo del espectro, y la competencia entre grandes potencias sin elementos ideológicos en el otro extremo, entre los dos polos hay un espacio considerable en el que la ideología puede funcionar.

De hecho, puede ser más apropiado utilizar la idea de un ‘dilema de seguridad’ en el ámbito ideológico para describir las actuales relaciones sino-estadounidenses.  Con esto quiero decir que ambas partes sienten que sus planes y acciones en el ámbito ideológico son de naturaleza defensiva, mientras que la incertidumbre sobre las intenciones de la otra parte, y la inseguridad resultante, llevan a una escalada en la competencia, creando un círculo vicioso en el comportamiento de ambas partes.

Evan Medeiros, un ex funcionario de la administración Obama, dijo una vez algo que bien puede resumir la lógica de este ‘dilema de seguridad’ en el ámbito ideológico.  Preguntó si en el análisis final China está promoviendo activamente la ‘alternativa china’ en un intento de suplantar el modelo occidental de gestión política y económica, o en realidad está simplemente tratando de aumentar la legitimidad de sus propias decisiones.  También señaló que, aunque lo que China está haciendo es lo segundo, podría lograr lo primero.  Si podemos caracterizar lo que ocurrió entre los EE.UU. y la URSS durante la Guerra Fría como ‘enfrentamientos ideológicos ofensivos’, entonces hasta cierto punto lo que está ocurriendo entre los EE.UU. y China ahora son más bien ‘enfrentamientos ideológicos defensivos’.  Precisamente porque los elementos ideológicos en la competencia estratégica entre China y los Estados Unidos están en aumento, su influencia aumenta, y tanto China como los Estados Unidos deberían ser conscientes de este problema y hacer lo posible para asegurarse de que la tendencia no continúe.

En primer lugar, para hacer frente a este ‘dilema de seguridad’, ambas partes deben comprender mejor las intenciones estratégicas de la otra parte y captar plenamente el impacto de sus propias acciones en la sensación de inseguridad de la otra parte.  China debe comprender que, debido a la disminución de la fuerza relativa de los Estados Unidos y a las dificultades políticas y económicas internas, la posición general de la ideología en la política exterior de los Estados Unidos está en declive.  Al mismo tiempo, la confianza en sí mismo de los Estados Unidos está disminuyendo, mientras que sus sentimientos de inseguridad y sensibilidad están aumentando. 

De hecho, el límite del sentimiento de inseguridad estadounidense es bastante bajo, porque el prolongado período de liderazgo ideológico del que disfrutaron los Estados Unidos después de la Guerra Fría los ha llevado a sentirse amenazados por la aparición de cualquier competidor potencial.  Los Estados Unidos deben entender que China no tiene ningún plan para promover el llamado "modelo chino".  China ha reconocido que la lección más clara del desarrollo de China es que no existe un ‘modelo’ que se pueda seguir en todo el mundo, que las lecciones aprendidas de las experiencias de otros países deben integrarse en las realidades nacionales.  Al mismo tiempo, los Estados Unidos deberían evitar el uso de términos con connotaciones ideológicas para describir la relación sino-estadounidense, y aún más deberían resistir firmemente a los extremistas que utilizarían ‘una estrategia de confrontación ideológica ofensiva’.

A continuación, ambas partes deberían ejercer una cierta humildad ideológica.”

Traducción de Nicolás Cornejo Castellanos, David Ownby, y DeepL

Las relaciones sino-estadounidenses parecen haber llegado a un punto crítico a finales de 2017, entrando en una era de completa competencia estratégica.  La competencia cada vez mayor entre las dos partes y la continua tensión en la relación ha preocupado no sólo a los observadores atentos de los dos países, sino también a otros países.  Personas como el Primer Ministro de Singapur, Lee Hsien-long, y el ex Primer Ministro australiano, Kevin Rudd, han expresado su preocupación en discursos y escritos, pidiendo que chinos y estadounidenses reduzcan las tensiones en la relación y eviten la confrontación.  Más recientemente, el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, ha expresado públicamente su preocupación por el hecho de que el mundo se esté dividiendo en "dos campos independientes y mutuamente competitivos".  Las áreas de competencia más obvias son campos como el comercio, la ciencia y la tecnología y la seguridad, pero la competencia ideológica también ha comenzado.

El objetivo de este artículo es realizar un examen sistemático de la forma en que la ideología está influyendo en la relación entre China y los Estados Unidos, e intentar encontrar un marco teórico a través del cual comprender la naturaleza de la competencia ideológica en la relación.  Mi punto de vista básico es que:
Desde la normalización de las relaciones sino-estadounidenses, el rol jugado por la ideología en la relación se ha decidido por dos factores importantes: la relación estratégica entre los dos países y la comprensión estadounidense de la trayectoria del desarrollo de China.  En los dos últimos años se ha producido un cambio fundamental en la naturaleza básica de la relación, y Norteamérica se ha preocupado cada vez más por la dirección del desarrollo de China, lo que ha llevado a ambas partes a tropezar con lo que podríamos llamar un "dilema de seguridad" ideológico. 

Por esta razón, tanto China como los Estados Unidos deben llegar a una imagen más clara de los planes estratégicos del otro, mantener una cierta humildad ideológica y esforzarse por crear un mínimo de competencia sana.

Las relaciones estratégicas, el camino del desarrollo de China y la influencia de la ideología, desde Nixon hasta Obama 

La normalización de las relaciones entre China y los Estados Unidos requirió superar los obstáculos planteados por los diferentes sistemas políticos e ideologías.  En las conversaciones de 1972 del Presidente Nixon con el Presidente Mao Zedong, Nixon tomó la iniciativa de declarar que "lo importante no es la filosofía política interna de un país, sino sus políticas hacia otras partes del mundo y hacia los Estados Unidos".  El Comunicado de Shanghai, emitido conjuntamente por ambos países en 1972, indicó claramente cinco principios de coexistencia pacífica:  "Existen diferencias esenciales entre China y los Estados Unidos en sus sistemas sociales y en su política exterior. Sin embargo, ambas partes acordaron que los países, independientemente de sus sistemas sociales, deberían conducir sus relaciones sobre los principios de respeto a la soberanía e integridad territorial de todos los estados, la no agresión a otros estados, la no interferencia en los asuntos internos de otros estados, la igualdad y el beneficio mutuo y la coexistencia pacífica". 

El Comunicado Conjunto de 1978 sobre el establecimiento de relaciones diplomáticas entre China y los Estados Unidos "reafirmó los principios acordados por ambas partes en el Comunicado de Shanghai", mientras que el Comunicado Conjunto de China y los Estados Unidos del 17 de agosto declaró una vez más que "el respeto de la soberanía, la integridad territorial y la no intervención en los asuntos internos de cada país constituyen los principios fundamentales que guían las relaciones entre los Estados Unidos y China".

A pesar de los anuncios de políticas en torno a estos principios básicos, las diferencias de sistemas políticos e ideologías tuvieron, no obstante, un impacto negativo en la normalización de las relaciones sino-estadounidenses.  El mayor o menor grado de influencia se decidió por dos factores importantes: 

La relación estratégica entre China y los Estados Unidos, y la comprensión estadounidense de la trayectoria del desarrollo de China

En términos sencillos, cuanto mayor sea la necesidad de cooperación estratégica en la relación sino-estadounidense, menor será el impacto negativo causado por las diferencias en los sistemas políticos e ideologías; y cuanto más se ajuste la trayectoria del desarrollo de China a las expectativas estadounidenses, menores serán las diferencias en los sistemas políticos e ideologías que afecten negativamente a la relación.

Por el contrario, cuando disminuyeron las necesidades de cooperación estratégica entre China y los Estados Unidos, aumentó el impacto negativo de las diferencias de sistemas políticos e ideologías; y cuando la trayectoria del desarrollo de China no estuvo de acuerdo con las expectativas de los Estados Unidos, el impacto negativo en la relación de las diferencias de sistemas políticos e ideologías fue mayor.

Si comparamos ambos elementos, la relación estratégica chino-estadounidense es más importante que la comprensión estadounidense de la trayectoria del desarrollo de China.

Desde la normalización de las relaciones sino-estadounidenses hasta mediados de los años ochenta, el impacto de los sistemas políticos e ideologías en la relación fue muy leve.  Una de las razones fue que, en los años setenta, un retroceso temporal en el proceso de détente entre los Estados Unidos y la Unión Soviética y la expansión de la Unión Soviética en el Cuerno de África empeoraron las relaciones entre los Estados Unidos y la Unión Soviética.  Además, la Unión Soviética incrementó su poder militar en la frontera sino-soviética y utilizó a Vietnam para expandir su influencia en Indochina, todo lo cual fue considerado por China como una seria amenaza. 

La necesidad de fortalecer las relaciones estratégicas entre China y los Estados Unidos impulsó el tan demorado proceso de normalización, y los dos países concluyeron finalmente las negociaciones para establecer oficialmente relaciones diplomáticas a finales de 1978.  A finales de 1979, la Unión Soviética invadió Afganistán, lo que reforzó una vez más la relación estratégica chino-estadounidense.  Ronald Reagan asumió el cargo en 1981, lo que provocó feroces enfrentamientos entre China y los Estados Unidos sobre la cuestión de la venta de armas de los Estados Unidos a Taiwán, que causó perturbaciones a corto plazo en las relaciones sino-estadounidenses. 

A la luz de los acontecimientos en la escena internacional, los dirigentes de China contemplaron la posibilidad de establecer cierta distancia con los Estados Unidos y disminuir las tensiones con la Unión Soviética, e hicieron hincapié en una política exterior independiente de soberanía y paz.  Posteriormente, como resultado de esfuerzos encaminados a la adaptación mutua, la relación sino-estadounidense se reactivó lentamente, e incluso alcanzó un punto máximo representado por las visitas de los dirigentes de ambos países al otro en el primer semestre de 1984.  En su visita de regreso a China, Reagan pronunció un discurso en la Universidad de Fudan en Shanghai en el que subrayó que, a pesar de las diferencias básicas entre China y los Estados Unidos en cuanto a idioma, valores, cultura, historia y sistemas políticos, esas diferencias no deberían interferir en la cooperación entre ambos países.

Al mismo tiempo, los Estados Unidos tenían grandes expectativas respecto de la política de reforma y apertura que China acababa de poner en marcha.  De hecho, los estadounidenses veían con buenos ojos todas las reformas económicas, políticas y sociales llevadas a cabo por China en los decenios de 1970 y 1980.  En octubre de 1985, la revista Time envió un equipo de reporteros a China, algunos de los cuales fueron recibidos por Deng Xiaoping.  Time consideró que la transición de China había superado en gran medida sus expectativas y que la apertura y el pragmatismo de los funcionarios chinos eran superiores incluso a los de los funcionarios más abiertos de la Unión Soviética y Europa oriental. 

Sobre esta base, Deng Xiaoping fue elegido "Hombre del Año" de Time por segunda vez desde 1978.  Al regresar de su visita a China en 1984, Reagan también elogió enormemente las reformas de las aldeas y ciudades de China, argumentando que la aparición y el florecimiento del "espíritu de libre mercado" contribuiría a mejorar la sensación de felicidad del pueblo chino y a establecer una "sociedad más justa". 

Al mismo tiempo, la visión positiva de los estadounidenses sobre China aumentó enormemente.  A mediados del decenio de 1980, las encuestas de Gallup indicaron que el porcentaje de estadounidenses que tenían una opinión positiva de China había aumentado al 70%, desde un mero 21% en el momento de la normalización de las relaciones.    

Sin embargo, a finales de los años 80, los conflictos de ideología y valores emergieron gradualmente en la relación Sino-Estados Unidos.  Parte de ello se debió al creciente intercambio entre los dos países, que hizo que las diferencias ideológicas destacaran aún más; un factor más importante fue que los ajustes de la política exterior soviética dieron lugar a mejoras en las relaciones sino-soviéticas y soviético-estadounidenses lo que disminuyó la necesidad estratégica de la cooperación sino-estadounidense para luchar contra la URSS. 

Con este telón de fondo, los EE.UU. comenzaron a criticar problemas como la política de hijo único de China o el Tíbet; por su parte, China estaba preocupada por la "contaminación espiritual" estadounidense y la frecuencia de las demandas de EE.UU. en relación con la política y el desarrollo económico de China.  Hasta cierto punto, la Unión Soviética seguía siendo la mayor amenaza externa de China en ese momento, pero el desafío de los Estados Unidos al orden interno de China era tal vez más grave.

Los cambios repentinos que se produjeron en la Unión Soviética y Europa oriental en 1989 hicieron que las diferencias de ideología y valores pasaran a primer plano durante un período en las relaciones sino-estadounidenses.  Durante este tiempo, las críticas estadounidenses a China se ampliaron para incluir la política hijo único, la fabricación en campos de reforma laboral 劳改产品, la libertad de creencias religiosas, etc.  Los estadounidenses también comenzaron a tratar con tales diferencias de una manera más confrontativa. 

A partir de 1990, el Informe Anual de Derechos Humanos del Departamento de Estado comenzó a tener a China como uno de sus principales blancos.  En la Asamblea General de las Naciones Unidas, los Estados Unidos también auspiciaron causas anti-China, aunque ninguna fue aprobada.  Los enfrentamientos entre China y los Estados Unidos fueron más pronunciados en 1995, cuando los EE.UU. y otros países occidentales presentaron un caso contra China en la 51ª Conferencia de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, la única vez que una propuesta de este tipo entró en la fase de votación sustantiva, pero al final China ganó por un voto.

Durante este período, el acontecimiento más importante que ilustró cómo la ideología y los valores afectaron las relaciones entre China y los Estados Unidos fue la decisión de 1993-1994 de la administración Clinton de vincular el trato de nación más favorecida de China a las cuestiones de los derechos humanos. Incluso si la administración Clinton se dio cuenta al año siguiente de que la política de "vinculación" era fundamentalmente inviable, la idea en sí misma reflejaba el peso que las cuestiones de derechos humanos e ideología habían adquirido en las relaciones sino-estadounidenses. 

Cabe mencionar que en la reunión en la cumbre sino-estadounidense de 1997-1998, ambas partes tuvieron un enfrentamiento bastante franco y abierto sobre los derechos humanos, el Tíbet y los disturbios políticos de finales del decenio de 1980.  Los dirigentes estadounidenses sostuvieron que las cuestiones relativas a los derechos humanos habían sido, en efecto, el principal punto de discordia en la relación entre los dos países en el período reciente, mientras que los dirigentes de China señalaron que, dadas las diferencias entre los dos países en cuanto a sistemas sociales, ideologías, tradiciones históricas y antecedentes culturales, era natural que tuvieran opiniones diferentes sobre los derechos humanos y la libertad.

Desde otra perspectiva, durante la segunda administración Clinton, los Estados Unidos decidieron incrementar su política de compromiso estratégico con China y apoyaron la entrada de China en la OMC.  Los Estados Unidos volvieron a tener expectativas positivas del desarrollo económico y político de China, expectativas que se habían enfriado después de 1989.  En sus últimos esfuerzos de cabildeo para convencer al Congreso de EE. UU. de apoyar la entrada de China en la OMC, Clinton argumentó que si China se unía a la OMC, significaría que China había elegido el camino de la reforma. Los Estados Unidos esperaban que esto posiblemente tuviese un profundo impacto en los derechos humanos y la "libertad política".

Al comienzo de la primera administración de George W. Bush, la relación sino-estadounidense experimentó breves momentos de turbulencia, pero los ataques terroristas del 11-S cambiaron el orden de prioridades en las consideraciones de seguridad de Estados Unidos, y también cambiaron las relaciones sino-estadounidenses.  Combatir y eliminar el terrorismo en todo el mundo, así como proteger el territorio estadounidense y el de sus aliados, se convirtió en la prioridad de seguridad número uno de Estados Unidos.  En el discurso sobre el Estado de la Unión pronunciado a principios de 2002, Bush señaló que "un peligro común está borrando las viejas rivalidades [de las grandes potencias]". 

El Informe sobre la Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos de 2002 también señaló que los acontecimientos del 11-S habían cambiado fundamentalmente el contexto de las relaciones entre los Estados Unidos y otros centros de poder mundial, y abrieron enormes y nuevas oportunidades entre las grandes potencias.  Después de los ataques terroristas del 11-S, China proporcionó a los Estados Unidos ayuda en varios frentes: diplomático, de inteligencia, financiero.  Con el aumento de la influencia de China, los Estados Unidos propusieron en 2005 el concepto de "partes interesadas responsables", con la esperanza de que China se uniera a la preservación del orden internacional existente.  China y los Estados Unidos instituyeron un diálogo económico estratégico de alto nivel y China comenzó a participar más activamente en los debates sobre cuestiones relativas a los acuerdos económicos y de seguridad mundiales. 

Aunque no pudo proporcionar la misma base estratégica sólida para las relaciones sino-estadounidenses que la respuesta a la amenaza de la Unión Soviética durante la Guerra Fría, la lucha contra el terrorismo y la participación en la gobernanza mundial ilustraron por lo menos que China y los Estados Unidos tenían importantes intereses estratégicos comunes.

Al mismo tiempo, la administración Bush parecía seguir esperando que China emprendiera las reformas económicas y políticas deseadas por los Estados Unidos.  En sus memorias, George W. Bush escribió: "Creo que el comercio es una herramienta que impulsa la agenda de la libertad.  Creo que, llegado el momento, la libertad de mercado llevará a la gente a buscar la libertad en otros lugares del ámbito público.  Una de mis primeras decisiones fue continuar la política del Presidente Clinton de apoyar la entrada de China en la OMC".  En una charla, el ex presidente del Banco Mundial Robert Zoellick (nacido en 1953) también sostuvo que con el continuo crecimiento económico de China, la presión para la reforma política sería cada vez mayor. 

Condoleezza Rice expresó un punto de vista similar, señalando que los medios que emplean los estadounidenses deben ser prácticos: "Definitivamente creo que China llevará a cabo una reforma política... Estados Unidos debería y debe promover una China democrática.  Dado el tamaño masivo de China y su grado de complejidad, las herramientas del gobierno estadounidense para influir directamente en la política interna china son bastante limitadas.  América sólo puede confiar en la fuerza de los mercados abiertos y llevar al pueblo chino a descubrir el mundo exterior a través de nuestras universidades y empresas. 

Cualquier medida más directa podría encontrar resistencia o incluso ser contraproducente".  Durante la presidencia de Bush, los intereses estratégicos compartidos y la confianza de los Estados Unidos en el desarrollo de la economía china hicieron que el impacto de las diferencias de ideología y sistemas políticos fuera relativamente pequeño.

Durante la era de Obama, el desarrollo de la relación estratégica sino-estadounidense adquirió tres dimensiones básicas:

En primer lugar, los dirigentes de ambos países tenían una fuerte voluntad política de establecer una relación mutua que fuera "positiva, cooperativa e integral".  Esto se reflejó en la alta frecuencia de reuniones entre los líderes de ambas partes. Los Estados Unidos continuaron la práctica del diálogo de la administración anterior y la elevaron a un "diálogo estratégico y económico".  China también sugirió proactivamente que las dos partes establecieran un "nuevo tipo de relación de grandes potencias" sin "conflicto, sin confrontación, con respeto mutuo y una cooperación en la que todos salgan ganando".

En segundo lugar, a pesar de la existencia de voluntad política positiva, los elementos competitivos dentro de la relación sino-estadounidense se incrementaron claramente durante el período. Kurt Campell, asistente del Secretario de Estado del gobierno de Obama, en una ocasión en privado comparo las relaciones sino-estadounidenses con un juego de water polo, notando que, en la superficie, parece que se trata de un juego con reglas en el que el objetivo es establecer una relación “positiva y comprehensiva”. Al mismo tiempo, admitió que “bajo la superficial” hay mucho tironeo, arañazo, conspiración y otros tipos de trampa, y el verdadero objetivo es vencer al contrincante.

Durante este período, las relaciones sino-estadounidenses se vieron marcadas por una competencia feroz y por la confrontación en cuestiones económicas y comerciales, como el tipo de cambio del RMB, derechos de propiedad intelectual, políticas industriales, y en cuestiones de seguridad como el Mar de China del Sur, el Mar de China Oriental y el sistema de defensa de misiles THADD y en nuevas cuestiones como ciberseguridad.

Al mismo tiempo, entre China y Estados Unidos crecía una desconfianza estratégica. China sentía que la estrategia estadounidense de un “rebalanceo en Asia Oriental” se encontraba dirigida en contra de China, con el objetivo de ralentizar o incluso frenar el ascenso de China; a su vez, Estados Unidos consideraba que la diplomacia más belicosa de China a partir de 2009 estaba diseñada para expulsar a Estados Unidos de la región de Asia Oriental, o incluso para desafiar el “orden liberal mundial” liderado por Estados Unidos.

Durante este período, los aspectos positivos de la relación sino-estadounidense incluyó dos elementos que buscaron crear una cooperación positiva y limitar desarrollos negativos: dentro de lo primero se incluye la cooperación en asuntos de gobernanza global como el manejo de la economía mundial, la no proliferación nuclear, y el cambio climático. Dentro de lo segundo, se pueden mencionar acuerdos y entendimientos en áreas como manejo de crisis y ciberseguridad.

Tercero, en el último período de la administración de Obama, hubo un gran debate dentro de Estados Unidos en torno a las políticas sobre China. Aunque el debate no produjo un consenso total, no cabe duda de que en términos generales el tono de las políticas estadounidenses para China se endureció considerablemente.

Desde otra perspectiva, a medida que pasaba el tiempo, los estadounidenses empezaron a darse cuenta de que esperar que China implementase las reformas económicas y políticas que los estadounidenses deseaban era cada vez menos realista.  El gobierno de Obama hizo relativamente pocas declaraciones públicas sobre la economía china, pero varias figuras no gubernamentales, como el periodista James Mann, observador de larga data de las relaciones sino-estadounidenses, expresaron su decepción en su libro [La fantasía china: cómo nuestros líderes explican la represión china].  El Tercer Pleno del Decimoctavo Comité Central del Partido [celebrado en noviembre de 2013] esbozó un plan para para promover una reforma profunda y comprehensiva, pero algunos académicos estadounidenses consideraron que el gobierno chino no había intentado realmente seguir el plan. 

Además, los estadounidenses consideraban que una serie de medidas adoptadas en China para fortalecer y mejorar el liderazgo del Partido o para ocuparse de la seguridad del Estado, la lucha contra el terrorismo, las ONG extranjeras y la seguridad cibernética, iban todas en la dirección opuesta a la "liberalización" que esperaban ver en la política china.

Durante la administración Obama, tanto la cooperación como la competencia en la relación chino-estadounidense aumentaron, lo que llevó a que la ideología afectara la relación de dos maneras:

En primer lugar, durante este período hubo pocos enfrentamientos directos y violentos por la ideología.  Aunque habló de los "valores universales" en los que creían los estadounidenses cuando visitó Shanghai en noviembre de 2009, Obama también señaló que "cada país debe trazar su propio camino" y que "los estadounidenses no buscan imponer su sistema político a los demás".  Cuando la Secretaria de Estado estadounidense Hilary Clinton visitó Asia en febrero de 2009, mencionó que las diferencias entre China y los Estados Unidos sobre cuestiones de derechos humanos no deberían impedir su cooperación en importantes cuestiones mundiales. 

En sus escritos, Jeffrey Bede, alto funcionario del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, se refirió a los tres pilares de la política de la administración Obama con respecto a China: una actitud de bienvenida al ascenso de China, la idea de que el ascenso de China debe cumplir con el derecho internacional y las normas internacionales, y la creación de un entorno favorable para la región de Asia y el Pacífico, centrándose en la influencia regional e internacional del ascenso de China, todo ello sin mencionar las cuestiones económicas y políticas internas de China.

Sin embargo, desde otro punto de vista, la ideología comenzó a impactar la competencia sino-estadounidense de una nueva manera.  En comparación con los conflictos más directos y visibles sobre cuestiones ideológicas tradicionales, la nueva influencia era más indirecta y oculta, si bien tal vez más amplia.  Por ejemplo, las diferentes y competitivas propuestas para la gestión de la Internet mundial ofrecidas por China y los Estados Unidos se basan en diferentes estilos nacionales de gestión de la Internet.  Debido a la creciente competencia entre ambos, las repercusiones ideológicas en la relación sino-estadounidense comenzaron a aparecer de manera indirecta y sutil, y se expresaron más plenamente en la competencia estratégica sino-estadounidense durante la época de Trump.

La ideología y las relaciones sino-estadounidenses durante el período de la competencia estratégica

Una vez que Trump se convirtió en presidente, y especialmente a partir de finales de 2017, la relación estratégica entre China y Estados Unidos se transformó completamente, entrando en una era de competencia estratégica integral.  El "Informe de la Estrategia de Seguridad Nacional" y el "Informe de la Estrategia de Defensa Nacional" de la administración Trump anunciaron el fin de la política de compromiso con China y el regreso a la competencia de grandes potencias, y definieron claramente a China como un "competidor estratégico" y un "país revisionista".  El gobierno chino ha seguido promoviendo una relación bilateral basada en "la coordinación, la cooperación y la estabilidad", y no se ha dejado influenciar por las políticas extremadamente competitivas y de confrontación de Trump.

No obstante, la mayoría de los académicos chinos dentro de China creen que la relación sino-estadounidense ya ha experimentado un cambio fundamental, y que probablemente sea imposible volver al statu quo ante.  En cuanto a las expectativas estadounidenses sobre la trayectoria de desarrollo de China, algunos estadounidenses parecen haberse "desilusionado 幻灭".  Kurt Campbell y Ely Ratner publicaron un artículo representativo en Foreign Affairs ["The China Reckoning:  How China Defied American Expectations", marzo/abril de 2018] en el que sostuvieron que las políticas y acciones internas y externas de China siguen estando muy lejos de las expectativas estadounidenses, lo que significa que la política de compromiso fue un completo fracaso. 

Aunque no todos los académicos consideran que la política de compromiso sea un fracaso, algunos sostienen que el objetivo del compromiso no era cambiar el sistema básico de China, mientras que otros insisten en que se necesita más tiempo para saber si el compromiso puede cambiar realmente a China.  En otras palabras, incluso los que critican a Campbell y Ratner parecen estar de acuerdo en que la dirección del desarrollo de China en los últimos años no concuerda con las expectativas de los Estados Unidos.

En una situación en la que la relación estratégica sino-estadounidense y las expectativas estadounidenses sobre la dirección del desarrollo de China han experimentado un cambio fundamental, los factores ideológicos están influyendo en la relación sino-estadounidense de diferentes maneras y en distintos grados que en el pasado.  Cuando el Gobierno de los Estados Unidos discute la relación sino-estadounidense en el ámbito nacional o internacional, menciona cada vez más los factores ideológicos o incluso utiliza la ideología para definir la relación.

El "Informe sobre la estrategia de seguridad nacional" de la administración Trump señala sin rodeos que se está desarrollando una competencia geopolítica entre un orden "libre" y un orden "opresivo" en la región Indo-Pacífica.  El primer "Informe de Estrategia Indo-Pacífica" del Departamento de Estado de EE.UU. llama a esta competencia entre órdenes "libres" y "opresivas" la principal preocupación de la seguridad estadounidense.  El vicepresidente estadounidense Mike Pence, en una charla de política sobre China en octubre de 2018 que atrajo mucha atención, criticó de manera despreocupada a China por "intentar influenciar" e "interferir con" la política estadounidense. 

Después de haber dejado la administración Trump, la embajadora de los Estados Unidos ante las Naciones Unidas, Nikki Haley, también publicó un artículo expresando ideas similares a las de Pence.  Después de hacer una amplia crítica de las políticas internas y externas de China, Haley señaló que China había llegado a representar un desafío para los Estados Unidos en términos de "conocimiento, tecnología, política, diplomacia y asuntos militares", y ese desafío era de "vida o muerte".  Los extremistas como Steve Bannon argumentan directamente que el sistema chino y el sistema estadounidense representan "dos sistemas incompatibles", y que "uno ganará y el otro perderá". 

Dos recientes charlas del Secretario de Estado Mike Pompeo están llenas de matices ideológicos, sugieren que los Estados Unidos no deben ignorar "las diferencias básicas entre los dos sistemas y el impacto de esto en la seguridad nacional estadounidense", y llegan tan lejos como para señalar con el dedo directamente al Partido Comunista Chino.

En los últimos años, algunos académicos estadounidenses han empezado a argumentar que la competencia ideológica forma parte de la competencia estratégica de las grandes potencias. El auge de China y el aumento de su influencia se han convertido en un desafío y una amenaza para el orden liberal interno de los Estados Unidos, así como para el orden mundial, y las diferencias ideológicas hacen que China y los Estados Unidos no puedan establecer una relación recíproca verdaderamente duradera y de confianza mutua.  La posición estadounidense en torno a China, insisten, no puede ignorar la ideología, y los intercambios económicos y sociales entre los países deben gestionarse con cautela.  Algunas figuras de línea más dura llegan a decir que los Estados Unidos deberían considerar la posibilidad de utilizar lo que consideran los puntos débiles internos de China para emprender ataques ideológicos contra este país.  Además, la acentuación de los factores ideológicos también contribuye a movilizar a la sociedad y al pueblo estadounidenses para que se comprometan en una competencia estratégica a largo plazo.

Bajo la administración Trump, observamos tres características de la influencia de la ideología en las relaciones sino-estadounidenses:

En primer lugar, mientras que en el pasado China sentía que recibía la mayor presión ideológica, ahora son los Estados Unidos los que sienten que están siendo desafiados ideológicamente por China.

En segundo lugar, la ideología está empezando a impactar en las relaciones sino-estadounidenses de manera indirecta y sutil, y en nuevas áreas.  Como se ha señalado anteriormente, esto ya había comenzado bajo la administración de Obama.

En tercer lugar, con el telón de fondo del abandono de la política de compromiso, el objetivo ideológico estadounidense ya no es la reforma gradual de China, sino que apunta a la competencia, o incluso a los ataques, que debilitarán a China.

Concretamente, el impacto de la ideología en las relaciones sino-estadounidenses se expresa como un impacto con tres niveles:

En primer lugar, las preocupaciones sobre cómo la relación puede afectar el orden interno en ambos países.  El gobierno chino siempre ha concedido gran importancia a la labor ideológica y es sumamente sensible a las conspiraciones de los países occidentales, encabezados por los Estados Unidos, como la "evolución pacífica" y las "revoluciones de colores".  Desde el 18º Congreso del Partido en noviembre de 2012, los líderes de China han señalado en diferentes contextos que "la construcción económica es el trabajo central del Partido, y el trabajo ideológico es una tarea extremadamente importante del Partido".  "Las guerras ideológicas sin el olor del humo de las armas están en todas partes, y la competencia política sin el sonido de los disparos nunca se detiene."  En enero de 2019, en la ceremonia de apertura del seminario especial para que los principales dirigentes provinciales y ministeriales se adhieran al pensamiento de fondo y se centren en la prevención y mitigación de los principales riesgos 省部级主要领导干部坚持底线思维着力防范化解重大风险专题研讨班, los dirigentes de China ofrecieron un análisis profundo de la seguridad política y de los riesgos importantes en el ámbito de la ideología.

Desde otra perspectiva, en los últimos años los Estados Unidos han empezado a acusar a China de utilizar su llamado "poder afilado" para ganar influencia en los países democráticos.  A diferencia del "poder blando", que básicamente se basa en la "atracción", lo que los Estados Unidos entienden por "poder afilado" se refiere a los esfuerzos por "manipular, confundir, dividir y oprimir".  El Instituto Hoover de la Universidad de Stanford, junto con la Sociedad Asiática, publicó en 2018 un informe muy influyente ["La influencia de China y los intereses estadounidenses: promoviendo la vigilancia constructiva], en el que se afirmaba que China intentaba extender su influencia en Estados Unidos a través del Congreso, los gobiernos estatales y locales, la comunidad china de ultramar, las universidades, los centros de estudios, los medios de comunicación, las empresas privadas, el mundo de la alta tecnología, etc., y se argumentaba además que ese comportamiento "desafiaba" e incluso "debilitaba" los valores, normas y leyes fundamentales de Estados Unidos. 

En este informe se argumentaba que China estaba explotando las diferencias en los grados de apertura de la política y la sociedad chinas y estadounidenses y, por lo tanto, el informe exigía que las dos partes actuaran como "iguales", lo que significaba que los Estados Unidos debían estar atentos a los intentos visibles u ocultos de China de desarrollar la influencia china en los Estados Unidos, hasta el punto de contrarrestar esos esfuerzos cuando fuera necesario.  Durante un tiempo, las discusiones y críticas sobre el "impacto del agudo poder e interferencia de China", de las "guerras políticas" y del "trabajo del Frente Unido" adquirieron un peso considerable.  El Congreso estadounidense y las agencias de inteligencia se unieron activamente.  Trump y Pence incluso acusaron sin fundamento a China de interferir en las elecciones de medio término en los Estados Unidos.  En esas circunstancias, los intercambios humanitarios y educativos entre China y los Estados Unidos sufrieron graves consecuencias negativas.

Luego está la preocupación de que ambos países están impulsando agendas ideológicas en otros países, con miras a cambiar el orden interno de esos países.  Por un lado, China ha mantenido durante mucho tiempo una actitud de cautela y oposición a la intervención estadounidense en la política interna de otros países directa o indirectamente mediante "cambios de régimen" y "revoluciones de color".  Mientras que la administración Trump ha tenido menos intención de intervenir en el extranjero, los ataques aéreos en Siria y la interferencia política dentro de Venezuela ilustran que las tendencias intervencionistas estadounidenses no desaparecerán de la noche a la mañana. 

Por otro lado, además de criticar a China por usar su "poder afilado" para aumentar su influencia en otros países, Estados Unidos también ha empezado a hablar de "hegemonía digital".  Debido a la sofisticación de ciertas tecnologías chinas, a ciertas ventajas de precio y a las necesidades de seguridad pública de ciertos países, el equipo y la tecnología de vigilancia basados en la inteligencia artificial de China han sido bien recibidos por estos países.  Según un informe, la tecnología de China se ha vendido a por lo menos 18 países, y se invitó a representantes de 36 países a participar en actividades de capacitación en gestión de la opinión pública.  Ese comercio e intercambios mutuamente beneficiosos han sido caracterizados, sin fundamento, como ideológicos por los Estados Unidos.

Por último, la ideología está influyendo en la forma en que ambos países consideran el orden internacional.  En los últimos años, los Estados Unidos y Occidente se han preocupado constantemente ante la posibilidad de que el ascenso de China constituya un desafío a lo que denominan el "orden mundial liberal", mientras que China nunca ha aceptado este punto de vista.  Tal como lo expresó Fu Ying 傅莹, presidente del 12º Comité de Asuntos Exteriores del NPC:  "El actual orden mundial reconocido por China es el marco internacional con las Naciones Unidas en su centro, y compuesto por agencias internacionales relevantes como la Organización Mundial del Comercio, el Banco Mundial, etc." 

El "orden mundial actual" mencionado por China tiene un cierto grado de superposición con el "orden liberal que es la preocupación constante de los estadounidenses", pero también hay importantes diferencias.  Además de las diferencias de opinión sobre el sistema de alianzas de los Estados Unidos, el impulso dentro del "orden internacional liberal" para transformar a los países "no liberales", incluida China, es también una fuente de desconfianza.  

De hecho, aunque "internacional" es el aspecto clave del "orden internacional democrático", al discutir este orden internacional, los académicos estadounidenses a menudo discuten consciente o inconscientemente cuestiones de orden interno.  Al mismo tiempo, la gobernanza mundial está ampliando su alcance, y es cada vez más probable que la promoción de la gobernanza mundial afecte a la organización económica, política y social básica de los distintos países, y el hecho de que existan diferentes órdenes e ideologías nacionales significa que hay diferentes nociones de algunos aspectos de la gobernanza mundial.  Ello se debe a que los progresos en las esferas tradicionales de la gobernanza mundial, como la gestión económica, terminan por sondear cuestiones más problemáticas; además, las nuevas cuestiones de la gobernanza mundial, como la gestión de Internet, son de hecho inseparables de los métodos de gobernanza interna.

El "dilema de seguridad" en el ámbito de la ideología

La discusión anterior no significa que la ideología se haya convertido en el factor más importante en las relaciones sino-estadounidenses, ni que los enfrentamientos y conflictos ideológicos sean inevitables.  Lo que quiero decir es que la ideología se está haciendo más evidente en la competencia estratégica sino-estadounidense, y el alcance de su influencia se está expandiendo.  Dada esta circunstancia, la situación es impredecible.

Mirando al lado estadounidense, los matices ideológicos en la estrategia diplomática estadounidense han caído notablemente en la transición de las administraciones de Obama y Trump.  En su discurso en la última Asamblea General de las Naciones Unidas, Trump volvió a pregonar lo que llama "patriotismo" y a criticar el "globalismo", argumentando que todos los países deben respetar las particularidades y diferencias de los demás.

La fuerza nacional general de China y su influencia internacional seguramente están aumentando constantemente, pero China nunca ha tenido un plan para promover ningún "modelo de China" en el mundo exterior.  El informe del 19º Congreso del Partido en octubre de 2017 señala que el socialismo con características chinas "amplía el camino para que los países en desarrollo se modernicen, proporciona nuevas opciones para los países y naciones que quieren acelerar el desarrollo y mantener su independencia, y contribuye a la sabiduría china y a las soluciones chinas para resolver los problemas humanos".  Lo que este pasaje trata de expresar es la idea de explorar y compartir, y no es en absoluto el caso de que China tenga planes de promover un modelo de desarrollo o una ideología en el frente internacional. 

En el Diálogo de Alto Nivel entre el Partido Comunista de China y los Partidos Políticos Mundiales celebrado en diciembre de 2017, los dirigentes de China declararon claramente que China no tenía intención de "exportar" el modelo chino, ni pedirían a ningún país que "copiara" los métodos de China.  En el 70º aniversario de la fundación de la República Popular China, el Libro Blanco publicado por la Oficina de Información del Consejo de Estado y titulado "China y el mundo en la nueva era" afirmaba una vez más que "la elección de una vía de desarrollo es un derecho de todos los países soberanos".  Ningún país puede imponer su propio modelo a los demás, y menos aún tienen el derecho de remover el poder o el sistema políticos de otros países".

Además, era un tanto inevitable que la importancia de los factores ideológicos se hiciera más importante en las relaciones sino-estadounidenses.  En primer lugar, la expresión más visible de la competencia estratégica de las grandes potencias es la competencia por la influencia, y la forma en que las grandes potencias tratan de extender su influencia estará necesariamente influida por su propia ideología y las características de su sistema.  En otras palabras, los matices ideológicos que aparecen indirectamente cuando una gran potencia trata de aumentar su influencia pueden ser vistos por sus oponentes como esfuerzos intencionales para expandir su ideología.  Además, cuando se producen cambios en la posición de poder relativo de dos grandes potencias con sistemas diferentes, desde una perspectiva objetiva, esto puede tener un cierto significado demostrativo en cuanto a los sistemas e ideologías de las potencias en cuestión. 

En otras palabras, cuando grandes potencias con sistemas diferentes entablan una competencia estratégica, aunque ninguna de las partes quiera provocar enfrentamientos ideológicos, los factores ideológicos pueden, no obstante, influir en la competencia, y el conflicto puede intensificarse a medida que la competencia se intensifica.  Por último, una vez que ambas partes entran en la fase de competencia estratégica, los vínculos económicos y sociales de alto nivel que han caracterizado la relación sino-estadounidense pueden hacer que las diferencias ideológicas parezcan más reales.

El papel que la ideología juega en la presente y futura relación sino-estadounidense decidirá en gran medida si se producirá una "nueva Guerra Fría".  La mayoría de los académicos y expertos, tanto chinos como estadounidenses, creen que una comparación con el ejemplo histórico de la Guerra Fría Soviética no es apropiada.  La razón de ello, aparte de una confianza mutua de alto nivel entre las dos potencias en términos económicos y sociales, y del hecho de que otros países no parecen querer ver al mundo dividido una vez más en dos campos distintos, es que China y los Estados Unidos no tienen el tipo de confrontaciones violentas de suma cero que los Estados Unidos y la URSS tuvieron en su momento.

Sin embargo, desde otra perspectiva, juzgar el impacto de los factores ideológicos en términos de la confrontación ideológica de la Guerra Fría parece poner el listón muy alto.  En otras palabras, si ponemos los enfrentamientos ideológicos entre los EE.UU. y la URSS en un extremo del espectro, y la competencia entre grandes potencias sin elementos ideológicos en el otro extremo, entre los dos polos hay un espacio considerable en el que la ideología puede funcionar.

De hecho, puede ser más apropiado utilizar la idea de un "dilema de seguridad" en el ámbito ideológico para describir las actuales relaciones sino-estadounidenses.  Con esto quiero decir que ambas partes sienten que sus planes y acciones en el ámbito ideológico son de naturaleza defensiva, mientras que la incertidumbre sobre las intenciones de la otra parte, y la inseguridad resultante, llevan a una escalada en la competencia, creando un círculo vicioso en el comportamiento de ambas partes.

Evan Medeiros, un ex funcionario de la administración Obama, dijo una vez algo que bien puede resumir la lógica de este "dilema de seguridad" en el ámbito ideológico.  Preguntó si en el análisis final China está promoviendo activamente la "alternativa china" en un intento de suplantar el modelo occidental de gestión política y económica, o en realidad está simplemente tratando de aumentar la legitimidad de sus propias decisiones.  También señaló que, aunque lo que China está haciendo es lo segundo, podría lograr lo primero.  Si podemos caracterizar lo que ocurrió entre los EE.UU. y la URSS durante la Guerra Fría como "enfrentamientos ideológicos ofensivos", entonces hasta cierto punto lo que está ocurriendo entre los EE.UU. y China ahora son más bien "enfrentamientos ideológicos defensivos".  Precisamente porque los elementos ideológicos en la competencia estratégica entre China y los Estados Unidos están en aumento, su influencia aumenta, y tanto China como los Estados Unidos deberían ser conscientes de este problema y hacer lo posible para asegurarse de que la tendencia no continúe.

En primer lugar, para hacer frente a este "dilema de seguridad", ambas partes deben comprender mejor las intenciones estratégicas de la otra parte y captar plenamente el impacto de sus propias acciones en la sensación de inseguridad de la otra parte.  China debe comprender que, debido a la disminución de la fuerza relativa de los Estados Unidos y a las dificultades políticas y económicas internas, la posición general de la ideología en la política exterior de los Estados Unidos está en declive.  Al mismo tiempo, la confianza en sí mismo de los Estados Unidos está disminuyendo, mientras que sus sentimientos de inseguridad y sensibilidad están aumentando. 

De hecho, el límite del sentimiento de inseguridad estadounidense es bastante bajo, porque el prolongado período de liderazgo ideológico del que disfrutaron los Estados Unidos después de la Guerra Fría los ha llevado a sentirse amenazados por la aparición de cualquier competidor potencial.  Los Estados Unidos deben entender que China no tiene ningún plan para promover el llamado "modelo chino".  China ha reconocido que la lección más clara del desarrollo de China es que no existe un "modelo" que se pueda seguir en todo el mundo, que las lecciones aprendidas de las experiencias de otros países deben integrarse en las realidades nacionales.  Al mismo tiempo, los Estados Unidos deberían evitar el uso de términos con connotaciones ideológicas para describir la relación sino-estadounidense, y aún más deberían resistir firmemente a los extremistas que utilizarían "una estrategia de confrontación ideológica ofensiva".

A continuación, ambas partes deberían ejercer una cierta humildad ideológica.  Esto es más fácil para China, porque la mayor parte de su actitud ideológica está enfocada internamente, y China no tiene el impulso de remodelar el resto del mundo según un conjunto de los llamados "valores universales".  Sin embargo, a medida que el poder y la influencia general de China siguen aumentando, puede resultar cada vez más difícil que la ideología siga siendo puramente interna.  Pero para los Estados Unidos, mantener la humildad ideológica será más difícil.  La ideología estadounidense es "simple y unificada", y está internalizada hasta el punto de que la mayoría de los estadounidenses no son conscientes de ello. 

El politólogo estadounidense Robert Dahl lo expresó bien: 

"Los Estados Unidos es un país altamente ideológico.  La gente normalmente no es consciente de su ideología porque su ideología es compartida en un grado alarmante... la ideología de los estadounidenses no sólo es visible cuando discuten asuntos políticos internos, sino también cuando discuten asuntos internacionales, y especialmente cuando hablan de las relaciones entre los EE.UU. y otros países... En cualquier reunión mundial en la que participe gente corriente, ¿quién no sabe lo que dirán los estadounidenses?  Ellos evalúan cualquier cambio en términos de si te acerca a la democracia o te aleja de ella.  Hacen juicios fáciles sobre qué sistema es el mejor, qué sistema merece elogios, qué sistema debería ser emulado.  El mejor es la democracia, la democracia es el mejor".

Mirando las relaciones sino-estadounidenses, América ha mantenido un deseo de transformar a China desde el primer período de relaciones que comenzó a finales del período Qing.  De hecho, el historiador estadounidense Michael T. Hunt reveló cuán extendida ha sido la influencia de la ideología en la política exterior estadounidense precisamente a través del estudio de la historia temprana de las relaciones sino-estadounidenses.  En cualquier caso, los Estados Unidos deben darse cuenta de que para las grandes potencias como China y los Estados Unidos, "la influencia de cualquier poder externo en la política interna o la estrategia de desarrollo es limitada". 

Además, durante la mayor parte de la historia de la humanidad, la coexistencia y la competencia entre las diferentes ideologías ha sido un hecho, y los estadounidenses no tienen por qué preocuparse tanto.

Por último, la competencia ideológica puede no ser algo completamente malo.  Durante la Guerra Fría, la competencia sostenida entre los Estados Unidos y la Unión Soviética ejerció presión sobre las sucesivas administraciones estadounidenses, obligándolas a responder a las demandas del movimiento de derechos civiles por la igualdad racial.  Como dijo Truman, "Si queremos inspirar e iluminar a las personas cuya libertad está amenazada en otras partes del mundo... debemos corregir los problemas en nuestra propia práctica de la democracia".  Cualquier tipo de competencia bien intencionada y saludable ayuda a uno a mejorarse a sí mismo, y no hace daño a su oponente.  Los estadounidenses ganaron la Guerra Fría a través de reformas internas. 

Felizmente, personas bien intencionadas tanto en China como en Estados Unidos continúan proclamando que la reforma y el desarrollo de ambos países es lo más importante.  La meta de China es luchar para lograr los objetivos de los "dos centenarios",[2] logrando el renacimiento de la nación china.  En el último discurso de Trump ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, dijo que "El camino hacia la paz y el progreso, la libertad y la justicia, y un mundo mejor para la humanidad comienza en el propio país".  Si China y los Estados Unidos pueden participar en una competencia limitada y saludable, esto será bueno para los dos países y para el mundo.

Notas

1] 节大磊, "意识形态与中美战略竞争", publicado originalmente en una forma más larga y académica en la prestigiosa revista de la Universidad de Tsinghua 国际政治科学, disponible en línea aquí.  La versión traducida aquí, algo simplificada y sin notas a pie de página, se publicó en línea en el sitio de la Revista Cultural de Beijing 北京纵横, con el título "中美意识形态竞争出现三个意外转变", el 9 de mayo de 2020, y está disponible en línea aquí.

2]Nota del traductor: Esto se refiere a dos objetivos anunciados por Xi Jinping en 2012.  El primer centenario será en 2021, el centenario de la fundación del Partido Comunista Chino, cuando China se haya convertido en una "sociedad relativamente próspera".  El segundo será en 2049, el centenario de la fundación de la RPC, cuando China se haya convertido en un "país socialista fuerte, democrático, civilizado, armonioso y moderno".

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