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Xie Tiao, "2020:  Las relaciones sino-estadounidenses" 

Xie Tao, "2020:  Las relaciones sino-estadounidenses y la política americana en tiempos de pandemia"[1]

Introducción de David Ownby
 
Introducción
 
Xie Tao es profesor y decano de la Escuela de Relaciones Internacionales y Diplomacia de la Universidad de Estudios Extranjeros de Pekín. Es un académico más joven que la mayoría de los autores que han sido traducidos en esta web; se graduó en la universidad en 1996, lo que significa que probablemente tenga entre 40 y 50 años.  Es doctor de la Universidad de Northwestern, Estados Unidos, y publica extensamente tanto en chino como en inglés (algunas de sus publicaciones en ingles están disponibles en este enlace).  Me parece que es una voz moderada que intenta explicar China a los estadounidenses, y viceversa, con la esperanza de mejorar las relaciones sino-estadounidenses, al menos en la coyuntura actual. 

El texto traducido aquí no pretende ofrecer una visión única o una comprensión académica del tema en cuestión, sino que se trata simplemente de las reflexiones de un conocido intelectual público sobre el estado de las relaciones sino-estadounidenses tras la pandemia actual y la elección de Joe Biden, publicadas el 28 de febrero de 2021 en Exploration and Free Views 探索与争鸣, un foro respetado a través del cual muchos intelectuales del establishment se dirigen al público educado chino. 

Su presentación de la política exterior estadounidense me parece tal como cabe esperar; aunque no todo el mundo habla de "hegemonía", creo que muchos comparten en gran medida su visión crítica, aunque ciertamente haya excepciones.  Recuerda a sus lectores que "America First" no empezó con Trump, y probablemente tampoco se acabe con él.  Su descripción del reciente deterioro de las relaciones sino-estadounidenses también coincide con muchas opiniones chinas (véanse algunos ejemplos en esta web, aquí, aquí, y aquí) que echan la culpa de las evoluciones recientes a unos cambios en los elementos fundamentales de la política exterior estadounidense, más que a errores chinos.

Los párrafos finales son quizás más interesantes, ya que Xie advierte contra el peligro del populismo mostrando cómo Trump y los republicanos han utilizado políticas identitarias para movilizar el resentimiento de los pobres y de la clase obrera, quienes acabaron votando en contra de sus propios intereses económicos.  Esto lo lleva a hacer otra observación: que las imágenes de otros países son construidas de manera similar por élites con intereses egoístas, lo que sugiere que tanto el pueblo chino como el estadounidense pueden estar siendo manipulados. Pide a las élites de ambos países que paren y renuncien a esta posibilidad en aras de la paz y la prosperidad.   
 
Traducción de Ugo Armanini, David Ownby, y Deep L
 
Nunca habría creído que, después un año entero, la pandemia de coronavirus siguiese en marcha.

Recuerdo que en enero de 2020 estaba haciendo planes con los miembros de mi familia sobre cómo pasar las vacaciones de la fiesta de la primavera, y lo primero que decidimos fue ir a Australia.  Sin embargo, de forma imprevista, demasiada gente había presentado una solicitud de visado y no había forma de conseguirlos a tiempo, así que tuvimos que abandonar la idea.  Un amigo mío quien hiso la solicitud antes y obtuvo su visado se fue a Australia con sus hijos, pero debido a la pandemia sigue atrapado en Melbourne hasta ahora. 

Decidimos que, ya que Australia quedaba descartada, iríamos a Quanzhou, el origen de la antigua ruta marítima de la seda, e hicimos nuestras reservas, pero tuvimos que cancelarlo todo porque el virus llegó antes del fin del mes.  El virus volvió a aparecer en algunas zonas antes del festival de la primavera, lo que significa que se implementaron estrictas medidas de control en todo tipo de lugares, así que decidimos pasar el año nuevo en Pekín una vez más.

No viví el brote de SRAS en 2003 -en ese momento estaba estudiando en el extranjero- así que esta pandemia es el primer incidente notable de salud pública que he vivido.  A medida que la epidemia se extendió por todo el mundo, se convirtió rápidamente en una crisis sanitaria mundial de las que suceden únicamente una vez por siglo, y que no sólo afectó gravemente a la vida cotidiana de miles de millones de personas, sino que también tuvo un profundo impacto en la política nacional e internacional.  Si el año 2020 fue una obra de teatro, el coronavirus fue el protagonista principal.
 
Cuando las relaciones sino-estadounidenses se toparon con la epidemia

Nadie podía predecir que las relaciones sino-americanas serían la primera gran víctima de la pandemia.  La guerra comercial que la administración Trump lanzó contra China en julio de 2018 causó un grave deterioro en las relaciones sino-estadounidenses, pero cuando las dos partes firmaron el acuerdo comercial de fase uno el 15 de enero de 2020, antes del brote del coronavirus, mucha gente pensó que lo peor había pasado.  Pero tras el brote del virus, Trump, algunos miembros de su administración y algunos congresistas comenzaron primero a utilizar el brote para sus propios fines, y más tarde, cuando la pandemia comenzó a golpear con fuerza a Estados Unidos, la administración Trump, al fracasar en sus esfuerzos por controlar el virus, señaló con frecuencia a China de manera acusadora. 

En EE.UU., 2020 fue también un año electoral, y el conjunto de la pandemia y las elecciones hizo que las relaciones sino-estadounidenses se deterioraran hasta alcanzar su peor momento desde su restablecimiento en 1978.  Sin embargo, incluso sin el impacto negativo de la campaña de reelección de Trump, o de la pandemia, las relaciones sino-estadounidenses habrían alcanzado este estado debido a otros factores, en particular dado los cambios significativos en la identidad nacional americana y el poder relativo de las potencia americana y china en el sistema internacional.

Se puede describir la identidad nacional estadounidense como "la democracia primero, los blancos primero y América primero", y otra palabra para "América primero" es hegemonía.  Ya sea el "Siglo Americano" acuñado por el fundador de la revista Time, Henry Luce, en 1941, el "Siglo del Pacífico para Estados Unidos" anunciado por la secretaria de estado, Hilary Clinton en 2011, o el "por qué los Estados Unidos deben liderar nuevamente" que Joe Biden expuso durante su campaña presidencial, todos reflejan la actitud hegemónica según la cual Estados Unidos es la única potencia.

En concreto, en el ámbito diplomático, esta actitud hegemónica emplea todas las medidas necesarias para evitar que cualquier país desafíe o amenace la posición hegemónica de Estados Unidos.  Desde la adopción de la reforma y la apertura, el poder nacional global de China ha crecido rápidamente, mientras que el poder relativo de Estados Unidos ha disminuido notablemente, en particular desde la crisis financiera de 2008, y por esta razón no es de extrañar que China, que es cada vez mas potente, se perciba como el principal competidor estratégico de Estados Unidos. 

De hecho, desde el inicio de la administración Obama, la política estadounidense hacia China mostró claros cambios, como demostró el "reequilibrio hacia Asia-Pacífico," y, ya en 2015, académicos estadounidenses advertían de que la relación bilateral había alcanzado un punto de inflexión. Más importante aún es que, debido a las profundas diferencias en los sistemas políticos de ambos países, China pasó a ser vista no sólo como el principal competidor estratégico de Estados Unidos, sino también como una amenaza existencial para el modo de vida estadounidense, por lo cual EE.UU. debía responder con su "sociedad entera" y la totalidad de su aparato gubernamental. 

Condicionada por este razonamiento, la política China a finales de la administración Trump fue muy parecida a la política estadounidense hacia la Unión Soviética durante la Guerra Fría, demostrando un estilo muy paranoico, e figurándose a China como una amenaza omnipresente.  Procedieron a sancionar empresas chinas de alta tecnología, limitar los intercambios culturales bilaterales, cerrar el consulado chino en Houston, iniciar investigaciones sobre académicos chinos y estadounidenses que habían emigrado de China, y expulsar empresas chinas de mercados de valores americanos.

Aunque Trump ya no esté en el cargo, la llegada de la administración Biden no significa que vaya a haber un verdadero giro positivo en las relaciones sino-americanas a corto plazo.  Mientras la postura hegemónica de Estados Unidos no cambie, mientras el poder relativo de Estados Unidos siga disminuyendo, mientras China mantenga su tasa actual de crecimiento y mientras no se resuelvan las diferencias ideológicas entre los dos países, las relaciones sino-estadounidenses seguirán en un periodo prolongado de muy alta inestabilidad, aun si, como los sostiene Biden, Estados Unidos cooperara con China cuando dicha cooperación convenga a sus propios intereses.

Las elecciones estadounidenses de 2020 han terminado y la pandemia parece acercarse a su fin, pero la competencia estratégica entre China y Estados Unidos no ha hecho más que empezar.  En otras palabras, las elecciones y la pandemia fueron acontecimientos aleatorios; la competencia entre China y Estados Unidos es un acontecimiento inevitable. Para los responsables políticos de ambos países, el mayor reto es evitar situaciones en las que la competencia conduzca a la catástrofe.
 
La ecología política americana desde la perspectiva de la pandemia
 
La pandemia golpeó a Estados Unidos en víspera de las elecciones de 2020.  Por eso, las dos grandes cosas que acontecieron en Estados Unidos en 2020 fueron la pandemia y las elecciones. 

El impacto directo de la pandemia en las elecciones se notó básicamente en dos frentes.  Uno es que los cierres y otras medidas de control supusieron un gran golpe para la economía estadounidense, y la tasa de desempleo alanzo el 14,7% en abril 2020, su peor nivel desde la Gran Depresión de 1929. Las tendencias macroeconómicas son uno de los factores más importantes que influyen en las elecciones y, en general, cuanto mejores sean durante el año electoral, más posibilidades tiene el partido gobernante de ser reelegido, y cuanto peores son estas tendencias, más probable es que ese partido pierda.   
 
El segundo fue que, para limitar el riesgo de infección en el proceso de votación, casi todos los estados permitieron la inscripción en el censo electoral (que es necesario si se quiere votar) y la votación real por correo, facilitando así el voto y dando lugar a un aumento de la participación electoral: el 66,7% de los votantes con derecho a voto lo hicieron, un récord desde 120 años.  Dado que las dificultades para votar (falta de tiempo o de voluntad para votar o registrarse) son más pronunciadas para los votantes de las clases sociales y económicas más bajas (como las minorías étnicas y la clase obrera), la mayor facilidad para votar que trajo la pandemia llevo a un importante aumento de la participación entre estos grupos, muchos de los cuales apoyaron a los demócratas.
 
Ambos factores fueron bastante perjudiciales para Trump, lo que significa que la pandemia fue un evento aleatorio que contribuyó a su derrota electoral.  Cabe destacar que es el primer presidente en ejercicio desde 1992 que no gana la reelección.  Pero esta derrota no significa que Trump, con sus 74 años, se retire de la contienda y abandone la política. Todo lo contrario. Desde que las elecciones terminaron, ha insistido en que hubo fraude a gran escala en los votos por correo, y por esta razón se negó a reconocer los resultados de las elecciones. También utilizó todo tipo de medidas para intentar alterar estos resultados.

Queda claro que parte del carisma de Trump proviene de su estilo de gobernar en forma de reality show, su autopromoción, su "decir las cosas tal cual" y su gobierno por Twitter.  Sin embargo, para mantener un atractivo fuerte y duradero ante los votantes, es necesario algo más.  En su libro publicado en 2020, Let Them Eat Tweets, dos académicos estadounidenses, Jacob Hacker y Paul Pierson, realizaron un estudio detallado de la estrategia electoral del partido republicano.

Sostienen que en períodos en los que la brecha entre ricos y pobres es especialmente grande (como a día de hoy en los Estados Unidos), el Partido Republicano, que representa los intereses de los ricos, suele utilizar cuestiones no económicas para movilizar al electorado, entre las cuales, las políticas identitarias (como la raza, la religión y la inmigración) son las que consiguen mayores resultados en términos de movilización, porque tocan a los sentimientos de lealtad y la sensaciones de amenaza de ciertos grupos.  Los autores señalan que la movilización depende de la intensidad, y ésta suele decidirse por el sentimiento de amenaza:  "Cuando surge una amenaza, la gente reacciona".  Sostienen que los republicanos aprovecharon la varita mágica del resentimiento y la racialización para aumentar la sensación de amenaza por parte del electorado, y lo movilizaron de esta manera. 

El examen de la elección, la campaña y la estrategia de gobierno de Trump confirma ampliamente este análisis: haciéndose pasar por el representante de la clase obrera en apuros, Trump agito la bandera del antisistema, la incorreción política, y la lucha contra la inmigración ilegal, exacerbando el odio de sus simpatizantes contra los demócratas, y utilizó un discurso sobre el crimen, el orden publico y la protección social para racializar los problemas sociales. En resumen, según el trabajo de estos dos académicos, en una plutocracia, utilizar políticas identitarias es la mejor estrategia para que los republicanos, que representan los intereses de la minoría privilegiada, consigan los votos de un gran número de trabajadores estadounidenses.

Una expresión china para describir esta estrategia es "ayudar a alguien a contar el dinero después de que te haya vendido 被人卖了还帮人数钱".  La pandemia dejo muy claro este punto.  Los partidarios de Trump se opusieron categóricamente a las medidas de confinamiento y de distanciamiento social, y protestaron contra ellas en muchos estados. Para resumir la razón detrás de estas manifestaciones, estaban diciendo esencialmente "dadme libertad o dadme Covid".  Pero la libertad de la que se trata no era la libertad política, sino la libertad económica de ir a trabajar y ganar dinero para mantener a sus familias.  Es decir, utilizaron su libertad política para conseguir la libertad económica, cuyo precio era quizás contraer el coronavirus o incluso morir. 

Los ricos, sin embargo, no corrían el riesgo de caer en la pobreza y tal vez de pasar hambre a causa de las medidas temporales de control, lo que hizo que los grupos que más opusieron a tales medidas fueron las clases obreras ordinarias, las que más sufrieron de las políticas de recortes de la administración Trump. Estos grupos deberían haber apoyado a los demócratas para favorecer a sus intereses económicos, pero fueron "engañados" por la estrategia de movilización de los republicanos, y apoyaron a Trump sin dudarlo.
 
Toda política es un constructo. La élite republicana utilizó políticas identitarias para presentar a los demócratas como una amenaza y sobre esta base movilizó con éxito a sus votantes. Del mismo modo, la identidad nacional estadounidense -¿Qué es Estados Unidos? ¿Quién es estadounidense? - es también el resultado una construcción por la élite generación tras generación. 
 
Ampliando esta reflexión al ámbito de las relaciones sino-estadounidenses, China es un importante socio para Estados Unidos, y que China sea un competidor estratégico con el que Estados Unidos puede coexistir pacíficamente o más bien una amenaza existencial, es en gran medida el resultado de las decisiones tomadas por la élite política de ambos países.  Por esta razón, la forma en que las élites de cada país decidan representar al otro, que es sin duda más importante que los intercambios económicos, culturales o los diálogos bilaterales de alto nivel, podría determinar la capacidad de los dos países para construir una nueva relación entre grandes potencias sin agresión ni antagonismo, [pero] con respeto mutuo y cooperación para el bien común.
 
Notes

[1] 谢韬, “2020:疫情下的中美关系与美国政治,” 28 de febrero de 2021. 

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