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Yuan Peng,  "La pandemia de Coronavirus"

Yuan Peng, “La pandemia de Coronavirus: Un cambio que solo sucede una vez por siglo”[1]
 
Introducción por David Ownby
 
Introducción
 
Yuan Peng (n. 1967) es profesor y presidente del Instituto Chino de Relaciones Contemporáneas中国现代国际关系研究, en Beijing, así como un respetado académico en asuntos internacionales, Estados Unidos y las relaciones sino-americanas.  Es autor de numerosas publicaciones en chino (unos 25 ensayos están disponibles en su página web Aisixiang) y en inglés[2]. Yuan habla inglés con fluidez, y ha realizado estancias como profesor invitado en la Brookings Institution así como en el Atlantic Council. Es una voz importante a la hora de analizar Estados Unidos y describir las relaciones sino-americanas a la élite china.
 
El ensayo de Yuan, publicado en línea el 17 de junio de 2020, forma parte de un proceso más amplio:  la inauguración de una historia China de la pandemia y de cómo esta última va a determinar el futuro del mundo.  Por supuesto, estos temas han sido muy discutidos en China (y en otros lugares); en esta web, se puede consultar, entre otros, los ensayos de Yao Yang, Xiang Lanxin y Zhao Yanjing.  Un momento importante en esta inauguración fue la publicación, el 7 de junio de 2020, del Libro Blanco del Consejo de Estado titulado Luchando contra la COVID-19: China en acción.  Ensayos como el de Yuan están destinados a complementar este documento oficial, proporcionando el peso y la proyección intelectual de la que carecen naturalmente los libros blancos (así como la mayoría de las publicaciones gubernamentales de cualquier país).
 
Yuan Peng organiza su texto alrededor del tema de un “un cambio que sucede una vez por siglo”, y que se está produciendo en China y en el mundo.  El origen de dicho tema parece ser un discurso de Xi Jinping durante la Conferencia Central sobre el trabajo relacionado con  Relaciones Exteriores 中央外事工作会议, en junio de 2018, en el que señaló que:  “A día de hoy, nuestro país se encuentra en su mejor etapa de desarrollo de los tiempos modernos, y el mundo está experimentando un cambio que solo sucede una vez por siglo” [3].
 
Posteriormente, este tema ha sido diseminado por los medios de comunicación y por el sector académico, a través de mesas redondas, artículos en revistas sobre teoría, y al menos una monografía.  El punto de partida de Yuan parece ser un artículo publicado en línea sobre Xinhuanet, el 18 de enero de 2020, titulado “La confianza y la responsabilidad de China durante un cambio que solo sucede una vez por siglo:  En 2019, el Presidente Xi Jinping ejerce una diplomacia de gran potencia con características chinas e incide profundamente sobre el mundo” (“百年变局中的中国信心与担当--2019年习近平主席引领中国特色大国外交深刻影响世界").  Este artículo es una publicación muy convencional que relata los triunfos diplomáticos de Xi Jinping y de China en el transcurso del año, complementado de muchas fotos y declaraciones halagadoras por parte de líderes extranjeros.  Por supuesto, el articulo no menciona el coronavirus, ya que se desconocía la magnitud del desastre que se avecinaba.
 
La tarea que se propone realizar Yuan Peng es la de incorporar el impacto de la pandemia dentro del tema de dicho cambio global, ofreciendo el punto de vista de una autoridad académica sobre Estados Unidos, relaciones internacionales, y relaciones sino-americanas.  Mi sensación es que Yuan percibe que este tema y ese artículo son muy significativos. Se esfuerza por ser magistral, presentando un panorama detallado del mundo en su conjunto, y tratando de ser razonable y ecuánime (con características chinas), en un estilo de prosa que sugiere seriedad (puntuado de chengyu, frases concisas de cuatro caracteres, apreciadas por muchos chinos, pero que los traductores aborrecen).
 
Su argumento es que la pandemia de coronavirus cumplirá la misma función histórica que las grandes guerras de la historia reciente: introducir un nuevo orden internacional cuya forma sigue siendo incierta. Yuan compara las actuales relaciones sino-americanas, en términos geopolíticos, con las relaciones entre Gran Bretaña y los Estados Unidos al final de la Primera Guerra Mundial.  En retrospectiva, está claro que el momento histórico de Gran Bretaña se estaba acabando; el coste de la guerra y el mantenimiento de su imperio eran más de lo que su presupuesto podía soportar, y su declive era inevitable.  Simultáneamente, a pesar de su auge, la potencia americana no estaba lista para tomar el releve.  Según Yuan, a día de hoy, Estados Unidos se encuentra en una situación similar a la de Gran Bretaña hace un siglo; no se extiende más allá de sus capacidades, sino que es fundamentalmente disfuncional – como lo demuestra la crisis del coronavirus – y es incapaz de tomar las decisiones difíciles pero necesarias para llevar a cabo su renacimiento nacional.  China es vibrante, dinámica, pero aún no está lista para liderar.
 
Los resultados serán desastrosos.  Yuan está confiado pero no triunfante (para el triunfalismo, véase Jiang Shigong), e no imagina un mundo bipolar sino un mundo dividido en un “club” americano y un “club” chino a través del cual América y asociados intentan contener a China mientras esta sigue jugando su mano a través de la iniciativa de las Nuevas Rutas de la Seda, el dinamismo de la región Asia-Pacífico, y la resiliencia de las cadenas de suministro chinas.  Yuan piensa que la globalización ya ha ido demasiado lejos para que dichos “clubes” sean exclusivos.  Él prevé que muchos actores mantengan posiciones neutrales o ambiguas y jueguen a dos bandas.  Si la devastación económica de la pandemia confirma los pronósticos más pesimistas, es difícil no estar de acuerdo con Yuan quien subraya que todos los países permanecerán alertas en busca de oportunidades, y maldita sea la ideología.
 
En cuanto al delicado tema de cuánta “culpa” China debería asumir por la pandemia, Yuan deja entender que “se cometieron errores” pero prefiere centrase en sus éxitos.  Sin caer en las exageraciones de la “wolf warrior diplomacy”, Yuan hace una crítica mordaz contra la América de Trump, su política China, así como contra los halcones estadounidenses, y parece resignado al hecho de que Biden y los demócratas, al menos hasta las elecciones, no tendrán más remedio que suscribir a una semejante retorica anti-china.  Yuan sugiere que incluso una victoria de Biden no tendrá mucho impacto sobre la trayectoria de las relaciones sino-americanas.    Oportunamente, en una actitud de sobrio realismo, Yuan concluye su ensayo enfatizando una renovada preocupación por la seguridad. Para emplear un chengyu de nuestro lado, es hora de cerrar las escotillas. 
 
Traducción por David Ownby, Ugo Armanini, y DeepL  
 
La pandemia es tan grave que una guerra mundial, y será difícil de mantener el orden internacional existente.
 
Durante los últimos siglos, los cambios en el orden internacional han sido a menudo el resultado de una gran guerra.  Ejemplos incluyen el sistema de Westfalia al final de la guerra de los Treinta Años, el sistema de tratados de Versalles-Washington a finales de la Primera Guerra Mundial, así como el sistema de Yalta a finales de la Segunda Guerra Mundial.  El esquema básico del orden internacional actual es más o menos el resultado de la Segunda Guerra Mundial.  Pero después de más de 70 años, este orden está comenzando a tambalearse como resultado de múltiples choques, empezando con el fin de la Guerra Fría, en 1991, e incluyendo el incidente del 11-S en 2001, la crisis financiera de 2008, y la elección de Trump en 2016.
 
Si bien su estructura permanece intacta, el papel de las Naciones Unidas es limitado, la capacidad de la OMC ha disminuido, los recursos del FMI y el Banco Mundial se están agotando, la autoridad de la OMS es insuficiente, el régimen mundial de control de armamentos está al borde del colapso, se ignoran con frecuencia las normas internacionales, el liderazgo y la voluntad estadounidenses han disminuido, los mecanismos que facilitan la cooperación entre grandes potencias han quedado desreglados, y el orden internacional pende de un hilo.
 
El brote y la propagación de la pandemia de coronavirus ha sumido al mundo entero en el luto, al cerrase los países y fronteras, al paralizarse las economías, hundirse los mercados bursátiles, derrumbarse los precios del petróleo, romperse los intercambios, y proliferar insultos y rumores.  La conmoción generada no ha sido menor a la de una guerra mundial, que es otro tipo de vulneración del orden internacional existente.   El viejo orden es quizás insostenible, pero sigue pendiente la construcción de uno nuevo, lo que es una característica básica de un gran cambio que solo sucede una vez por siglo, y también la causa fundamental de la crisis que sacude la escena internacional contemporánea.
 
El mundo durante y después de la pandemia se asemeja al mundo después de la Primera Guerra Mundial.  En aquel momento, el Imperio británico ya no tenía los medios suficientes para cumplir sus ambiciones, y el sol que antaño “nunca se ponía” en el imperio estaba desapareciendo rápidamente más allá del horizonte.  Sin embargo, Gran Bretaña seguía teniendo cierto poder e influencia y no estaba dispuesta a abandonar su posición de liderazgo.  Estados Unidos, la segunda gran potencia, estaba iniciando se ascenso, batiendo sus alas y explorando sus ambiciones, pero todavía carecía de poder militar y de influencia internacional, y no estaba en posición de reemplazar a Inglaterra.
 
Europa estaba ocupada con la reconstrucción de la posguerra mientras Japón y Rusia aprovechaban el caos para planear sus futuras maniobras.  China se enfrentaba a un conflicto interno y a la presión externa, y las regiones periféricas de Asia, África y América Latina no tenían la fuerza necesaria para marcar la diferencia.  La escena internacional era desconcertantemente complicada, ya que las grandes potencias abandonaron sus alianzas para luego reorganizarse en busca de estabilidad.  Poco más de una década después, el mundo cayó en la Gran Depresión, que de hecho fue la pendiente resbaladiza que llevó a la Segunda Guerra Mundial.
 
En la pandemia actual, no solo la América de Trump no ha asumido su responsabilidad de liderazgo mundial, escondiendo egoístamente su cabeza en la tierra, sino que además, debido al fracaso de sus políticas, se ha convertido en un importante y trágico centro de la pandemia mundial, con casi 2 millones de personas infectadas y más de 100.000 muertos.  Esta es una tragedia que sobrepasa la del 11-s, y el número de muertes excede el total de todos los que murieron en las guerras de Vietnam, Irak y Afganistán.  Esto es un golpe al poder blando y duro de América, y la influencia internacional de América ha sufrido un serio declive.
 
Las elecciones de 2020 serán una lucha entre el “mantener la grandeza de América “ de Trump y “hacer que América vuelva a liderar” de Biden, pero incluso si Biden viniese a ganar, los obstáculos políticos internos y los cambios en el entorno externo sugieren que le costará mucho a Estados-unidos volver a asumir su papel de líder mundial.  Pero al igual que Gran Bretaña en el período posterior a la Primera Guerra Mundial, los Estados Unidos todavía tienen suficiente poder para impedir que otros países ocupen su lugar, y su política China sólo seguirá volviéndose cada vez más hipersensible, inflexible, y arrogante a medida que redoblen sus esfuerzos de contención y supresión.    La competencia estratégica entre China y los EE.UU. se volverá aún más feroz.
 
Al final de la pandemia, el orden actual de “una superpotencia y muchas grandes potencias” cambiará.  Estados Unidos puede seguir siendo “la superpotencia” pero tendrá dificultades para mantener su dominación hegemónica.  China está creciendo rápidamente, pero se enfrenta a obstáculos en su afán de superar a EE.UU.  La proyección de Europa se está desvaneciendo, y su futuro curso de desarrollo no queda claro.  En este caos, Rusia planea sus futuras acciones, y quizá haya conseguido mejorar su posicionamiento internacional.  Las debilidades y deficiencias de India han quedado al descubierto, frenando la dinámica de su ascenso.  Después de tener que posponer los Juegos Olímpicos de Tokio, Japón parece perdido.
 
Después de la pandemia, todos los países estarán preocupados por reparar los daños y replantearan sus planes.  Esperarán cooperación internacional, pero también tendrán dudas al respeto, y miraran por encima de sus hombros para sondear el ambiente general.  Al final de la “era unipolar” estadounidense, China seguirá careciendo de la fuerza necesaria para asumir la posición de segundo polo, y el cambio de curso del orden multipolar se volverá aún más complejo.  El impacto de China, Estados Unidos y Rusia en la política internacional se verá reforzado, y sus interacciones serán cruciales para remodelar el orden futuro.  La autonomía estratégica de Europa, Japón y la India podrá salir reforzada de alguna manera bajo estas nuevas circunstancias.
 
La dinámica de ascenso colectivo de las potencias emergentes de Asia, África y América Latina se verá frenado.  Ante la triple crisis de la pandemia, el terrorismo, y el colapso de los precios del petróleo, las perspectivas en Oriente Medio son aún más sombrías, y la región podría muy bien hundirse en una “Edad Oscura”.  América Latina no logró acelerar sus reformas y su desarrollo durante el gran cambio del siglo pasado, ni tampoco aprovechó la oportunidad que se le ofreció de responder (de manera eficaz) a la pandemia, y el desorden que vemos en términos políticos, económicos, y societales, sugiere que entrara en declive, pasando de una condición de víctima de la “trampa del ingreso medio” a finales del siglo XX, a la de una región que encarnara el “mito del desarrollo”.  África ha dependido durante mucho tiempo del comercio y de las inversiones mundiales, y dado el estado lamentable de la salud pública en el continente, una vez que el virus alcance una etapa de proliferación avanzada, África podría convertirse en un desastre humanitario.  Los BRICS se desvanecerán, haciendo que su unidad sea difícil de mantener.  India y Brasil adoptarán una postura de “ambigüedad estratégica”, incitando a EE.UU., China y Rusia unos contra otros.  China deberá reevaluar sus relaciones con los países en desarrollo.
 
La economía mundial decaerá, llevándonos a un paso de la depresión
 
El pilar económico determina la superestructura, y la seguridad económica es la base de la seguridad de los estados y de la seguridad internacional.  Tras el fin de la Guerra Fría, el entorno internacional globalmente pacífico y estable, y que se había beneficiado de la interacción y los intercambios hechos posibles por la globalización y la informatización, creó una economía mundial muy próspera, que también permitió el ascenso de China.  Sin embargo, la crisis financiera de 2008 puso de manifiesto los profundos problemas de las economías de los Estados Unidos y de Europa, y expuso las desigualdades de desarrollo en el marco de la globalización.
 
El remedio estadounidense para superar la crisis no fue una dolorosa reforma estructural, sino medidas improvisadas que barrieron los problemas bajo la alfombra, lo que significó que la “enfermedad crónica” no se curó y que nuevos problemas surgieron.  El hecho de que figuras poco convencionales como Obama y Trump saltaran a la política fue precisamente el resultado de la polarización desencadenada por la dislocación de la relación entre economía y política estadounidenses.  En cuanto a Europa, incluso antes del final de la crisis de la deuda llegó la crisis de Ucrania, la crisis de los refugiados, y la crisis de Brexit.  Las cosas tienden a ir de mal en peor, y la economía europea nunca volvió a encarrilarse.
 
Para “hacer grande a América de nuevo”, Trump abandonó el multilateralismo, el internacionalismo y el libre comercio, y apoyó el populismo, el unilateralismo y el proteccionismo.  Provocó la guerra comercial entre EE.UU. y China, trató de revertir la globalización e impuso obstáculos al libre comercio.  En la economía estadounidense, el mercado de valores se basa en la intimidación y en tácticas represiva para contrarrestar las tendencias y seguir creciendo, pero sus cimientos no son sólidos y los buenos tiempos no durarán.  La economía mundial ha entrado en una depresión general, la economía europea se mantiene a un nivel bajo, la economía rusa no está mejorando, e incluso la economía india, que antaño parecía dinámica, se ha estancado repentinamente.  La economía china ha comenzado a entrar en una “nueva normalidad”.
 
El brote del coronavirus frenó una economía que ya estaba decelerando.  China, la “fábrica del mundo”, Asia Oriental, la región económica más vibrante, el mundo financiero, la alta tecnología, el sector aéreo, las industrias de entretenimiento mundial de Estados Unidos y Europa – todos fueron duramente golpeados.  Todas las regiones importantes de Asia, África y América Latina han sido pulverizadas.  Un descenso del 10 al 30% en el PIB de las economías más importantes del mundo, con una taza de desempleo alcanzando el 20%, es un panorama sombrío que no se ha visto en décadas.
 
Ya existe un consenso internacional de que el declive económico mundial es mucho peor que el de la crisis financiera de 2008, y queda por ver si caeremos o no en una Gran Depresión.  Mi sensación es que nos quedaremos en algún lugar entre ambos, peor que en 2008, pero mejor que en 1929.  La Gran Depresión de 1929-1933 duró mucho tiempo, y acabo llevando a la Segunda Guerra Mundial, la economía permaneciendo paralizada o medio paralizada.  Es posible que la crisis actual no lleve a una segunda Gran Depresión en un sentido estricto, pero según medidas convencionales, es muy probable que caigamos en una depresión económica general (una recesión económica de más de dos años y un crecimiento negativo del PIB real de más del 10%).
 
Esto probablemente dependerá de dos factores importantes.  El primero es el desarrollo de la pandemia.  Tal son las cosas ahora, la investigación sobre los virus sigue siendo incierta, pero una vez que un virus aparece, tiende a circular uno o dos años, lo que es tiempo suficiente hacer estragos en India, Oriente Medio, América Latina y África, uno tras otro.  China, Estados Unidos, Europa y el Japón corren el riesgo de una segunda ola, y la reintegración de las cadenas mundiales de suministro, las cadenas industriales, y las cadenas de demanda aún queda muy lejos.  No hay esperanza para la economía mientras continúe la pandemia.
 
El segundo factor es la cooperación internacional.  Después de la crisis financiera de 2008, el G-20 entró en acción [en la Cumbre de Washington sobre Mercados Financieros y la Economía Mundial de noviembre de 2008] y promovió una cooperación internacional amplia y significativa.  Asimismo, hoy, la recuperación a corto plazo de la economía mundial no es imposible, ya que el sistema financiero estadounidense sigue siendo sólido, la economía china es increíblemente resistente y la mayoría de los principales actores de la economía mundial no se enfrentan a ningún obstáculo importante para dicha cooperación.  Sin embargo, lamentablemente, durante la pandemia, la cooperación entre las grandes potencias ha sido sustituida por la competencia y el conflicto, y la confianza, el elemento más preciado del desarrollo económico, se ha visto gravemente afectada.
 
Si, al final de la pandemia, los países continúan centrados en sí mismos, y especialmente si los Estados Unidos siguen provocando guerras comerciales, o llegan a obligar, por ejemplo, a los fabricantes de respiradores a regresar a Estados Unidos, estableciendo un nuevo modelo de “producción doméstica, consumo doméstico”, o si las demandas ilimitadas contra China y los excesivos litigios provocan un nuevo caos en la política internacional, el comercio mundial seguirá decayendo, la inversión extranjera reduciéndose, y la economía mundial sufriendo.  En ese caso, será difícil evitar una Gran Depresión, aunque pueda diferir en cuanto a su forma, su impacto destructivo, y su duración.
 
En la era de la globalización, todos los países están en el mismo barco; prosperamos y sufrimos juntos.  Todo lo que se puede hacer es rezar para que su pareja esté en buena forma, porque sólo así uno puede estar en buena forma.  Sólo trabajando juntos se podremos superar las dificultades en un espíritu de unidad.  La cumbre virtual del G20 en Washington fue el comienzo de las principales economías tratando de cooperar, y en el futuro necesitaremos esfuerzos similares.
  
Las relaciones entre las grandes potencias seguirán siendo fluidas, y las relaciones sino-americanas se volverán cada vez más adversas, con un impacto cada vez mayor en el mundo[4]
 
No hay amigos eternos, sólo intereses eternos.  Que las relaciones entre grandes potencias se deshagan y reaparezcan bajo nuevas formas es un sempiterno tema en relaciones internacionales.  La actual fase de fluidez está impulsada por la relación entre China y Estados Unidos, que a su vez impulsa la interacción estratégica entre las principales fuerzas de China, Estados Unidos, Rusia, Europa, India y Japón, cuyos resultados influirán profundamente la futura configuración del orden internacional.
 
Antes de la pandemia, las relaciones sino-americanas ya habían empezado a cambiar, cuando la anterior política estadounidense de compromiso dio paso a una política de contención y supresión.  Una política de competencia estratégica prevaleció sobre una política de cooperación estratégica, dando lugar a fricciones económicas y comerciales, rivalidades regionales, disputas sobre Taiwán, Hong Kong, y Tíbet, así como a una confrontación ideológica, todo lo cual se ha convertido en una nueva normalidad. Por todas partes se habla de una “nueva Guerra Fría”, y los planes de “desacoplamiento” están avanzando.
 
La pandemia de coronavirus debería haber funcionado como una válvula de alivio para las relaciones sino-estadounidenses, pero debido a errores y desaciertos por ambos lados, se convirtió en una olla a presión que intensificó la competencia entre los dos países.  Las razones fortuitas de ello incluyen el hecho de que las dos potencias estaban desfasadas en cuanto al tratamiento del virus, los estallidos emocionales en ambos lados, pero el factor central sigue siendo el cambio fundamental de la política de EE.UU. hacia China que se ha producido en los últimos años, en el que Estados Unidos ha definido muy claramente a China como su principal competidor estratégico, y ha movilizado la fuerza de “todo el gobierno” para contener a China.  Además, factores políticos internos estadounidenses también avivaron las llamas, ya que la administración Trump se apresuró a movilizar China como “chivo expiatorio” para asegurar su reelección, traspasándole la responsabilidad a China, sin perder tiempo para lanzar ataques extremos y calumnias contra China.
 
En el período previo a las elecciones, Biden y el partido demócrata también se han visto obligados a montar una muestra de “severidad” contra China.  De manera previsible, las relaciones sino-estadounidenses se deteriorarán aún más bajo las presiones combinadas de la pandemia y las elecciones.  Progresivamente, las relaciones sino-americanas están alcanzando un estado de hostilidad que los partidarios de la línea dura anti-China habían estado esperando.
 
Pero el antagonismo sino-estadounidense no producirá una oposición bipolar como la de la Guerra Fría o entre campos rivales.  Una razón es que los intereses de China y Estados Unidos están profundamente entrelazados, y ninguno de los dos puede pagar el precio de una confrontación prolongada.  Una segunda razón es que el sistema de alianzas americano y el mundo occidental ya no son lo que eran.  Las políticas chinas de Europa y EE.UU. no se corresponden, las brechas en Occidente siguen aumentando debido a la epidemia, y las relaciones entre China y la UE están en su mejor momento de la historia.  Una tercera razón es que las relaciones entre China y Rusia son esencialmente sólidas, y los sueños americanos de alistar a Rusia para dañar a China no llevaran a ninguna parte.  Una cuarta razón es que fundamentalmente Japón e India no querrán comprometerse, para aprovechar de las oportunidades que se les ofrezcan.
 
En este sentido, China y EE.UU. no pueden dirigirse hacia una “nueva Guerra Fría”, ni convertirse en “dos polos”.  Un escenario más probable es que Estados Unidos intensifique sus esfuerzos para construir un “club” del que China quede excluida.  En áreas como finanzas, comercio, alta tecnología, cadenas de suministro y organizaciones internacionales, los americanos instarán a otros a “dejar el viejo club” para “unirse al nuevo club”, con el objetivo real de dejar China afuera.  China se volverá entonces con mayor atención hacia la Iniciativa de la Franja y la Ruta y  una comunidad de futuro compartido, abriendo nuevos caminos, y encontrando nuevas soluciones.  Es posible que todo esto produzca un mundo con dos grupos económicos, uno Estados Unidos en su centro, y otro que girara alrededor de China.  La diferencia fundamental entre este escenario y los dos campos y “dos antagonistas” de la Guerra Fría, es que no hay manera de que China y Estados Unidos se “desacoplen” completamente, porque hay cooperación dentro de la competencia.  Los demás países tampoco podrán depender enteramente de China o de Estados Unidos.
 
En este escenario, la competencia y rivalidad sino-americana se consolidara, sin que se produzcan cambios significativos a través de las elecciones.  Estados Unidos, Europa, y Japón tienen intereses comunes en frenar a China 制华, pero China, Europa y Japón también tienen mucho que ganar al desarrollar el potencial de sus relaciones.  Las necesidades políticas pueden impulsar un acercamiento entre Estados Unidos y Rusia, pero la cooperación sino-rusa, en cuanto a ella, está impulsada por consideraciones estratégicas.  El patrón básico de la alianza entre Estados Unidos y Europa no cambiará a corto plazo, pero la brecha entre ambos se ampliarán aún más.  Las relaciones sino-japonesas se han apaciguado progresivamente, mientras que las relaciones sino-indias se mantienen estables con algunas marcas de inquietud.  Estados Unidos ha destrozado su imagen, y el mundo ya no cuenta con que su liderazgo sea durable.
 
China es grande pero aún no es poderosa, y por el momento no puede y no quiere reemplazar a EE.UU.  Potencias como Rusia, Europa, India no tienen ni la capacidad ni el deseo de afirmar un liderazgo global.  En los próximos tres a cinco años, la escena internacional será una mezcla de “no-polaridad 无极”, “estados combatientes"[5] y “transiciones”, y los obstáculos para la cooperación entre grandes potencias crecerán indudablemente.  Los países pequeños y medianos podrían verse obligados a juntarse para fortalecerse 抱团取暖, y las regiones a buscar su propio camino.
 
De manera general, China se encuentra en una posición relativamente favorable en cuanto a sus relaciones estratégicas con las otras grandes potencias.  Esto se debe en parte a los esfuerzos continuos de China en los últimos años por promover una diplomacia de gran potencia con características chinas, pero también es una posición que se ha ganado sirviendo de gran “zona de retaguardia” en la guerra contra la pandemia, y al asumir la responsabilidad de suministrar al mundo en bienes de salud pública.  Pero una posición favorable no equivale a una ventaja estratégica, y hay muchas variables en juego: la evolución de la pandemia, la planificación estratégica y táctica, el uso de contactos diplomáticos, y los cambios en la política domestica de varios países.
Una vez la pandemia supere el nivel de tolerancia psicológica en Estados Unidos y Europa, la avalancha de reproches contra China, la demanda de reparaciones y las presiones de todo tipo que han estado gestando desde hace tiempo sólo empeorarán, y una banda de halcones anti-China de larga data llegara a la cúpula y empleara el pretexto de la pandemia para hacer mucho ruido. 

China se ha desempeñado bien, y ha liderado el camino para superar la pandemia en un momento de grandes dificultades, pero el riesgo de ser asediado y acosado para obtener reparaciones es considerable.  Una urgencia considerable es que ciertos países de África y América Latina están enfurecidos por la pandemia y han adoptado una actitud muy arrogante hacia China.  Fuerzas ajenas movilizaran estas quejas, y las demandas de alivio de la deuda o de reparaciones podrían aumentar.  Esta es una tendencia en las relaciones entre China y el mundo que no hemos visto en varias décadas.
 
Habrá más cambios en el panorama geoestratégico mundial, y se destacará aún más claramente la posición central de la región Asia-Pacífico
 
Con el establecimiento del sistema internacional moderno y el proceso de globalización, el centro geoestratégico mundial ha alternado entre Eurasia y las regiones del Atlántico y el Pacífico.  Entre el final de la Segunda Guerra Mundial y el de la Guerra Fría, la región del Atlántico ocupó la posición central y Estados Unidos y Europa disfrutaron de una superioridad económica, militar y política, reclamando el “fin de la historia”, promoviendo la “expansión de la OTAN hacia el este”, provocando problemas 呼风唤雨 al liderar el orden mundial.  
 
Desde principios del siglo XXI, y en particular después de la guerra de Irak, las relaciones entre Estados Unidos y Europa se hicieron cada vez más distantes a medida que “el Océano Atlántico se ensanchaba” y el ascenso de China abría la vía al traspaso global de poder hacia el este.  Esto impulsó el renacimiento de Asia del nordeste, la revitalización del sudeste asiático, y el ascenso de India, al convertirse  Asia-Pacífico en la región económica más dinámica del mundo.  Al mismo tiempo, la instabilidad de la situación de seguridad en la Península coreana, en los marres de China Oriental y del Sur, y en el estrechos de Taiwán también han hecho de Asia-Pacífico una zona con un alto potencial de conflictos militares mundiales.
 
Desde el “giro” de Obama hacia Asia-Pacífico a la “estrategia Indo-Pacifico” de Trump, el desplazamiento del enfoque estratégico hacia oriente se ha convertido en un consenso y una política bipartidista en Estados Unidos. Con este objetivo, Rusia se “desplaza hacia el sur”, India se “orienta hacia el este”, Australia se “expande hacia el norte”,  Japón “mira hacia el oeste”, e incluso Europa se ha sumado.  El resultado es que el vasto Pacífico no sólo se ha llenado de repente, sino que también se ha vuelto mucho menos pacífico.  Los intereses geopolíticos y geoeconómicos de la región de Asia-Pacífico son muy diferentes de los de otras regiones.
 
Los primeros brotes en gran escala del coronavirus se produjeron en China y en Asia Oriental, lo que implico que la región Asia-Pacífico se conviértase una vez más en el foco mundial.  Sin embargo, China, Japón, y Corea del Sur encabezaron la lucha contra el virus, y las medidas preventivas que tomaron China y Corea del Sur resultaron particularmente exitosas, estableciendo un estándar mundial.  Esta muestra de la singularidad y la relativa superioridad de la cultura, los valores, el espíritu colectivo, y del modelo de gobierno social de Asia oriental puso de relieve el auge del Asia-Pacífico de un modo que va más allá de lo que es habitual en economía, y sugiere el resurgimiento de una civilización asiática.  En este contexto, los avances en materia de cooperación en Asia del Este, en los que participan China, Japón, y Corea del Sur, se ha consolidado, se ha reactivado el mecanismo “ASEAN+3”, y las ventajas globales de la región Asia-Pacífico se han hecho más evidentes.
 
Por el contrario, si examínanos las otras regiones del mundo, no hay mucho que celebrar. En los últimos años, Europa, que antaño presumía haber entrando en una “era posmoderna”, ha sido impactada por la crisis financiera, la crisis de los refugiados, la crisis de Ucrania, y la crisis de Brexit, y sus debilidades se revelaron una vez más durante la crisis de la pandemia, hasta el punto de que se han iniciado debates serios sobre la viabilidad futura de la Unión Europea, y los historiadores han empezado a hablar del “fracaso de Occidente”.
 
En Oriente Medio, frente al vacío estratégico dejado por la retirada de Estados Unidos y la debilidad de la Autoridad de control ruso-europea 俄欧控局,[6] las principales fuerzas de la región ya se ven limitadas y están ansiosas por actuar. Irán, Arabia Saudita, Israel, y Turquía, tienen ambiciones de grandes potencias pero también tienen dificultades para superar a sus rivales.  Además, la caída de los precios internacionales del petróleo, y la aparición de un “fenómeno de precios negativos del petróleo”[7] puede conducir Oriente Medio a una “Edad Oscura”.  En cuanto a las regiones de América Latina y África, que ya quedan lejos del centro mundial, es poco probable que su influencia en el mundo post pandemia aumente.
 
Es previsible que la recuperación económica que seguirá la pandemia dependa aún más de la economía y de las cadenas de suministro y de producción de la región Indo-Pacifico, sobre la cual también se centraran preocupaciones en materia de seguridad internacional debido a la aplicación concreta de la estrategia Indo-Pacifico estadounidense, como apuntan los  conflictos en el Mar del Sur de China y en el estrecho de Taiwán.  En un contexto de intensificación de la rivalidad sino-americana, la mejor forma de gestionar la región Asia-Pacífico así como la periferia China – por ejemplo, como priorizar la profundización de la iniciativa “Iniciativa de la Franja y la Ruta” en la región Asia-Pacífico, o como gestionar los riesgos latentes de conflictos militares y de seguridad – son cuestiones estratégicas que China deberá abordar al formular una estrategia diplomática en un mundo post pandemia.
 
La globalización se enfrenta a un rechazo, y la gobernanza mundial a una crisis sin precedentes
 
La transición de un estado disperso a un estado concentrado es a la vez una ley que describe los procesos históricos del mundo moderno, y la inevitable consecuencia del progreso económico y tecnológico.  Los grandes descubrimientos a principios de la edad moderna desvelaron la transición de un mundo regional a uno globalizado, y las revoluciones industriales y tecnológicas aceleraron el proceso de globalización.   La revolución capitalista utilizó el capital y los mercados para destruir las fronteras nacionales, convirtiendo al mundo entero en un solo cuerpo económico con intereses vinculados.
 
La revolución socialista llamó al “proletariado del mundo a unirse”, desmultiplicando el poder de la ideología.  Por último, con el fin de la Guerra Fría, la llegada de la era digital creó un mundo verdaderamente interactivo, ya que los recursos humanos, el mundo financiero, y el comercio se hicieron móviles, y surgió la idea de una “aldea global”.  En resumen, la tendencia a la globalización ya se ha convertido en un gran torrente, que posee una existencia objetiva siempre cambiante e independiente de la voluntad humana, y que ninguna fuerza puede ni podrá detener.
 
Sin embargo, la profundización de la globalización también ha dado lugar a una serie de nuevos problemas, contradicciones y desafíos.  Este es un hecho indiscutible, y una otra cara de la globalización.  Por ejemplo, ¿dónde acabara deteniéndose la gran corriente de la globalización?  ¿Deberían los países meramente seguir el progreso de globalización?  ¿O deberían preocuparse por sus consecuencias?  ¿El hecho de que la economía se esté convirtiendo en un todo global significa que la política debería seguir su ejemplo (como en “el fin de la historia” de Fukuyama)?
 
Ahora que se han manifestado las enfermedades crónicas del sistema capitalista democrático occidental, mientras ha quedado demostrada la eficacia y el dinamismo del sistema de socialismo con características chinas, la economía de libre mercado ya no tiene por qué necesariamente cumplir con el capitalismo democrático occidental.  Esta idea [que el mercado libre y los sistemas democráticos son necesariamente complementarios] se está convirtiendo cada vez más en una triste ilusión por parte de pensadores de una era occidental ya pasada, y si dicha idea no es válida, esto a su vez significa que la globalización económica no se producirá en sintonía con la globalización política tal como lo imaginan los círculos estratégicos occidentales.
 
Además, si el proceso de globalización económica no se coordina con la política interna de los países participantes, ello conducirá inevitablemente a unos desequilibrios en el desarrollo interno y en el desarrollo mundial. Si no se toman en serio, o si no se aplican reformas estructurales, esos desequilibrios darán lugar a un aumento de las contradicciones sociales internas, así como al proteccionismo, al populismo, al aislacionismo, y al aventurerismo [en política extranjera]. La aparición del “fenómeno Trump” es precisamente el resultado de la incapacidad de los Estados Unidos durante los últimos 20 años para llevar a cabo una transformación estratégica nacional en respuesta a la globalización y la evolución de un mundo multipolar.
 
Las políticas elegidas por Trump tras su llegada al poder no son ajustes estratégicos internos o externos que tengan el rumbo que ha tomado el desarrollo mundial, sino iniciativas antiglobalización basados en un pensamiento similar, que incluyen, entre otros, el proteccionismo comercial, el desacoplamiento sino-americano, la repatriación de la producción exterior.  El resultado es que no solo estas medidas no han logrado un cambio fundamental de los profundos problemas estructurales de EE.UU., sino que también se han creado nuevas tensiones internacionales.
 
Desde una perspectiva mundial, la globalización del sector financiero, de la información, y de los recursos debería corresponder con una gobernanza al nivel mundial, pero de hecho, la gobernanza mundial suele ser una historia de grandes discursos y poca acción, y el mundo queda lejos de donde debería estar en cuanto a la agrupación de capital, talento humano, e instituciones.  Es evidente que la base económica no se corresponde con la superestructura, o que ambas están quizás en desfase.  El papel del FMI y del Banco Mundial para responder a las crisis financieras o económicas es limitado, y los bancos centrales de diversos países se han convertido en las fuerzas predominantes o de vanguardia.  El resultado es que los países compiten entre sí a través de  medidas como estímulos fiscales o reducciones de impuestos.  Esto es como beber veneno para saciar la sed y, a la larga, producirá resultados negativos.
 
El brote repentino y la desastrosa propagación mundial del coronavirus, este “enemigo sin forma”, debería haber sido una señal de alarma para los pueblos del mundo.  Debería haber empujado los países a reconsiderar la trayectoria de desarrollo de la globalización, y a apreciar una vez más la suma importancia de la gobernanza mundial, pero hasta ahora, los resultados no han estado a la altura de las expectativas populares, e incluso han ido en la dirección opuesta.  Algunas grandes potencias, encabezadas por los Estados Unidos, han culpado a la globalización de ir e infiltrarse demasiado lejos, en lugar de promover activamente una “globalización 2.0” y fortalecer las capacidades de gobernanza mundial. 
 
En lugar de ver la propagación mundial de la epidemia como una razón para reforzar las responsabilidades de liderazgo y la gobernanza mundial, interpretan la pandemia como el resultado equivocado de la globalización y piden medidas para invertirla.  No buscan cooperación entre grandes potencias ni tampoco cooperación internacional para resolver los problemas de desabastecimiento en suministros médicos, sino que definen los problemas en términos de “localización” o “regionalización” de la producción, e impulsan su repatriación.  No fortalecen cuidadosamente las capacidades de las organizaciones internacionales, sino que atacan a la OMS cuando ésta se desploma, y se retiran de la organización.  Difaman la eficacia y las aportaciones de la Organización Mundial del Comercio, impendiendo dilemas sin precedentes a la gobernanza mundial.
 
En la actualidad, todavía es demasiado pronto para emitir un juicio definitivo sobre las perspectivas futuras de la globalización.  En última instancia, la globalización es una tendencia histórica que se ha desarrollado a lo largo de siglos.  Los que la siguen prosperan y los que no perecen.  Esto lo entienden personas perspicaces de todas las naciones, y los pocos políticos que intentan contrarrestarla están perdiendo el tiempo.  Apenas empezamos a pensar la reconstrucción post pandemia, e ideas como el “desacoplamiento” y la repatriación son más fáciles en teoría que en práctica, y, a fin de cuentas, quedaran al margen de la historia.  Después de un gran desastre es conveniente volver a examinar y reevaluar la globalización para lanzarla de nuevo con mayor eficacia.
 
China aboga por una “comunidad de futuro compartido”, promueve la iniciativa  de la “Franja y la Ruta”, defiende el libre comercio y el multilateralismo, decisiones correctas, en adecuación con la historia y su época, y que siempre sostendremos.  En cuanto a la gobernanza mundial, tema que era muy querido en Occidente, pero que ahora ignora o considera fuera de su alcance, China puede echar “vino nuevo en odres viejos”, ofreciendo mejoras tanto a nivel teórico que práctico, reforzando la influencia del internacionalismo.
 
La lucha por los sistemas, los modelos de desarrollo, y por la alta tecnología, se está convirtiendo cada vez más en uno de los principales conflictos de la política internacional
 
Uno de los cambios más visibles en la política internacional desde el final de la Guerra Fría ha sido el ascenso de China, y la creciente madurez y confianza del sistema chino de socialismo con características chinas, que ha acompañado ese ascenso. Simultáneamente, se observa el declive de Occidente, los crecientes fallos del sistema capitalista, y la destrucción del sistema de mando del internacionalismo liberal.  Las rivalidades ideológicas y sistémicas entre EE.UU. y la URSS durante la Guerra Fría se han convertido en la actual competencia por las vías o modelos de desarrollo chino y estadounidense.
 
El cambio fundamental de la estrategia estadounidense hacia China tiene por objetivo no sólo hacer frente al desplazamiento de poder ocasionado por el ascenso de China, sino que también espera contener el gran desafío que el modelo de desarrollo chino plantea para la democracia liberal occidental.   El hecho de que Pompeo, Navarro, Bannon, Gingrich y otras figuras estadounidenses opuestas a China tengan tanto éxito se debe precisamente al profundo desafío que el sistema chino plantea al sistema estadounidense.  Desde el principio, la guerra comercial de Estados Unidos contra China fue dirigida contra el programa “China 2025”, sus subsidios estatales, sus reformas estructurales, etc., y es obvio que detrás del problema “comercial” se esconden verdaderos objetivos, que son las políticas y el sistema político chino.  La firma de un acuerdo comercial de primera fase entre China y Estados Unidos debería haber dado lugar a una tregua temporal y constituido una protección estratégica que permitiera a los dos países reevaluar racionalmente sus respectivas situaciones nacionales. El coronavirus surgió por sorpresa.
 
Ante el virus, China controló rápidamente la epidemia mediante un liderazgo centralizado, un mando unificado, una acción coordinada, la integración centro-local, asistencia mutua, atención médica pública, una gestión comunitaria y la movilización de una base popular 以人为本.  China tomó la delantera al reanudar del trabajo y la producción, mostrando ventajas institucionales únicas. Esto contrasto claramente con las debilidades institucionales que vimos en Estados Unidos y Europa –el antagonismo entre partidos políticos, el abuso de las ideas de “libertad”, y la polarización política.  Sin admitir los fallos del sistema y sus errores políticos, Occidente se permitió denunciar y calumniar a China para encubrir sus propias insuficiencias, por ejemplo culpando a China por haber “disimulado el virus”, o por utilizar una diplomacia de la pandemia para “llevar a cabo sus ambiciones estratégicas regionales”, reclamar “victorias ideológicas”, etc.
 
Es como si las cosas fuesen tal como lo expresan algunos medios de comunicación occidentales: el coronavirus se ha convertido en una “prueba estratégica de fuerza entre el modelo chino y el modelo occidental”.  Si es así, este es un hecho triste para la política internacional.  En realidad, todos los sistemas tienen sus ventajas, y aunque China se resistirá a que se le imponga el sistema occidental, no venderá ciegamente su propio modelo institucional a los demás.  Lo que China propone es que las civilizaciones de todos los países aprendan unas de otras, porque el mundo es rico y variado[8].
 
La pandemia reveló una vez más el poder de la ciencia y de la tecnología.  Una de las razones por las que China pudo estabilizar y controlar la situación con relativa rapidez fue que aprovechó las innovaciones y los avances científicos y tecnológicos de los últimos años, como el Big Data, los códigos de salud, los métodos de entrega exprés, diversas tecnologías de rastreo, los sistemas de pago electrónico, la gestión de la red eléctrica, etc.
 
China está relativamente adelantada en este ámbito, lo que debería incitar a Occidente a revisar el estado de sus sistemas.  Sin embargo, dadas las restricciones impuestas en Occidente por la voluntad popular y la política electoral, así como la prioridad absoluta que se otorga a lo que llaman libertad y derechos humanos, este examen puede resultar bastante difícil.  Por otra parte, como ya se ha explicado, Estados Unidos puede acelerar un desacoplamiento científico y tecnológico que impida el desarrollo de esos sectores en China, mientras intensifica sus acusaciones contra la “ética científica y tecnológica” y la “vigilancia digital” china.  
 
Otras reflexiones sobre las relaciones entre China y el mundo
 
En los 40 años de reforma y apertura, o los 70 años desde el establecimiento de la Nueva China, o incluso los 160 años desde la Guerra del Opio, China se ha enfrentado constantemente a la cuestión de cómo manejar sus relaciones con el mundo.  Durante el último siglo y más, China ha sido tanto engañada como explotada, y se ha defendido, resistido y se ha ganado el respeto, y sólo el pueblo chino puede apreciar verdaderamente la gama de sabores que caracterizan la relación entre China y el mundo.  Los 40 años de reforma y apertura marcaron una refundición de las relaciones de China con el mundo, cuyo tema central fue la “integración de China en el mundo”, y el ascenso de China se entendió, en palabras de Zheng Bijian [9] 郑必坚 (nacido en 1932), como “la construcción independiente de un socialismo con características chinas mediante un proceso de participación en la globalización económica en lugar de mantenerse al margen de ella”.
 
Tras el sostenido y veloz ascenso de China y la prosperidad económica, confianza, e iniciativa estratégica, que han resultado de ello, la relación de China con el mundo está experimentando cambios rápidos.  En pocas palabras, el mundo ya no es el que era, y está experimentando “un gran cambio que solo sucede una vez por siglo”; China tampoco es la misma, y está pasando de ser una “grande potencia” a ser una “superpotencia”.  Las relaciones de China con el mundo ya están completamente constituidas, y profundamente ligadas; en el pasado China buscó unilateralmente “integrar el mundo”, ahora China y el mundo se moldean mutuamente.  China ya no está integrando el mundo, sino que proporciona  una “intervención creativa” y una “orientación constructiva”, mientras acepta y asume que el mundo integre a China.
 
Desde el 18° Congreso Nacional del PCC [en noviembre de 2012], China ha elegido la cooperación y una posicionamiento “win-win” como base ideológica, y el desarrollo pacífico como prioridad estratégica.  Ha adoptado la Iniciativa de la Franja y la Ruta como principal postura política, y la construcción de un nuevo tipo de relaciones internacionales como objetivo inmediato.  Su objetivo final es la creación de una comunidad de futuro compartido para la humanidad, mediante el marco general “cinco en uno”[10] y los “estrechos vínculos entre los pueblos del mundo 环环相扣”, formando un conjunto de nuevos marcos estratégicos internacionales que respeten el pasado e innoven para el futuro, de modo que la relación entre China y el mundo entre en una nueva fase histórica.
 
Sin embargo, justo cuando China consolida su participación en el mundo, y asume un liderazgo mundial, Estados Unidos opta por una  “contracción estratégica” y por “América primero”, y la trayectoria de las relaciones sino-americanas, en contra de la profundización de las relaciones internacionales a nivel global, solo se ganara el desprecio de la historia.  El resultado es que Estados Unidos no está mirando las relaciones de China con el mundo desde una perspectiva histórica progresista, sino que examina las intenciones chinas a través de una visión de cautela estratégica, y empleando tácticas de presión para llevar a cabo un bloqueo y una contención.
 
Bannon y sus secuaces incluso se creen la locura según la cual la Iniciativa de la Franja y la Ruta cubre tres gran teorías occidentales sobre tácticas regionales con el objetivo de realizar la ambiciones territorial de China de “gobernar el mundo”[11]. No es casualidad que la generosa ayuda que China ha distribuido por todo el mundo durante la pandemia también haya sido calumniada como una instrumentalización a fin de “alcanzar objetivos territoriales estratégicos”.  Esto ha arrojado un nuevo y desfavorable enfoque sobre  las relaciones entre China y el mundo, que nos obligara a volver a empezar desde cero.
 
La pandemia de coronavirus no ha cambiado el hecho de que el mundo está experimentando un cambio que solo sucede una vez por siglo, sino que simplemente lo ha acelerado y lo ha vuelto un poco más abrupto.  No ha cambiado la esencia de las relaciones de China con el mundo, sino que ha hecho que estas relaciones sean más complejas y multifacéticas.  Tampoco ha cambiado el supuesto básico según el cual China está actualmente en un período de oportunidades estratégicas, y que esta situación continuará.  Después de todo, China ha mostrado el camino para salir del momento más difícil de la pandemia y comenzó a planificar el regreso de la actividad económica y de la producción; con la convocatoria de las “Dos Sesiones”,[12] China persigue su despliegue estratégico de manera ordenada.
 
Sin embargo, a China le resultará cada vez más difícil aprovechar de las oportunidades que se le ofrecen, y los riesgo a los que se enfrenta seguramente se multiplicarán.  En este periodo extraordinario en el que los países se enfrentan al desastre de la pandemia y el mundo entero lucha contra el virus, el quid de la cuestión es si China será capaz de gestionar adecuadamente sus asuntos domésticos al mismo tiempo que asume un papel de gran potencia y hace todo lo posible por suministrar bienes de salud pública al mundo.  Esto es un prerrequisito tanto para reiniciar la relación de China con el mundo como para el gran renacimiento de la nación china.
 
Para llevar a cabo y profundizar ese reinicio sin problemas, debemos comenzar por mirar el camino que ya  hemos recorrido, e impulsar incansablemente una nueva era de reforma y apertura.  En este ámbito, debemos avanzar con valentía, y no podemos conformarnos con medias tintas.  A continuación, debemos permanecer razonables y proseguir con calma con la tarea que tenemos entre manos. A medida que el objetivo de los “primeros cien años” llega a su conclusión, debemos detenernos un momento, resumir nuestras experiencias y las lecciones aprendidas, y buscar las leyes y tendencias que crearán las condiciones necesarias para emprender la recta hacia los “segundos cien años”.
 
Entonces necesitaremos liberar nuestro pensamiento, buscar la verdad a partir de los hechos, y abordar de manera oportuna las condiciones caóticas del pensamiento social en la nueva era de los medios de comunicación, ordenándolo, y orientándolo, porque sin acuerdo ideológico común, embarcarse en los “segundos cien años” resultara extraordinariamente difícil.  Por último, debemos diseñar correctamente la relación entre desarrollo y seguridad.  Las cuestiones de bioseguridad que la pandemia ha revelado, así como diversas cuestiones de seguridad nacional incluidas en el concepto de seguridad nacional integral, ilustran que el desarrollo requiere seguridad.  Sin seguridad, siempre existe el riesgo externo de un ataque durante la noche, e internamente, todos nuestros logros económicos podrían desvanecerse en un abrir y cerrar de ojos.  El desarrollo es, de hecho, el único camino que cabe seguir, pero después de 40 años de desarrollo bajo reformas y apertura, tenemos que añadir un prefijo:  el “desarrollo seguro” es el único camino adecuado.
 
Notas

[1] 袁鹏, "新冠疫情与百年变局", publicado en línea el 17 de junio de 2020 en http://www.aisixiang.com/data/121742.html .

[2] Para un ejemplo representativo, véase Peng, Yuan (2007), ‘Sino-American relations: New changes and new challenges’, Australian Journal of International Affairs, 61 (1): 98-113.  En el sitio web de la universidad de Yuan figura una lista de otras publicaciones.  

[3] Véase 蔡拓, et al. (2019), “百年未有之大变局":重识中国与世界的关键,” 探索与争鸣1(1): 4-31, disponible en línea en http://www.tsyzm.com/CN/Y2019/V1/I1/4 .  

[4] Lo que Yuan dice en realidad es 中美关系的对抗性与牵引力更加凸显.  Una traducción literal de 牵引力 es “tracción”, lo que significa, en mi opinión, que los retos de la rivalidad sino-americana tendrán un impacto real cada vez mayor en el mundo. Sin embargo, no encontré ninguna manera elegante o gramatical de desarrollar esa palabra en mi traducción.

[5] Por supuesto aquí se hace referencia al período de los Reinos combatientes (475-221 a.C.) de la antigua China, una época de transición desde una era feudal estable hacia la imposición de un gobierno burocrático centralizado por el primer emperador de la dinastía Qin en el 221 a.C.

[6] No he conseguido encontrar a qué se refiere esto.  ¿Quizás una iniciativa que siguió el abandono de los kurdos en Siria por parte de la administración Trump?

[7] Sobre los precios negativos del petróleo, véase https://www.forbes.com/sites/sarahhansen/2020/04/21/heres-what-negative-oil-prices-really-mean/ .

[8] Como ejemplo del estilo de prosa china de Yuan, menciona este punto con una frase doble de cuatro caracteres 桃李不言,下自成蹊, que significa “ni el melocotonero ni el ciruelo hablan, y sin embargo el camino hacia el favorito del pueblo aparece naturalmente”.  

[9] Zheng Bijian es un pensador chino, alto funcionario, y consejero de líderes chinos.  Él acuñó el concepto del “ascenso pacífico de China” en 2003.

[10] El marco general “cinco en uno” 五位一体总体布局 es un objetivo político articulado durante el 18° Congreso Nacional del PCC, en el que se enfatiza una forma de desarrollo global o integral que junta consideraciones políticas, sociales, culturales, y ecológicas a lo que hasta entonces había sido un enfoque prioritario sobre el desarrollo económico.

[11]  Bannon ha vinculado la Iniciativa de la Franja y la Ruta con el plan Made in China 2025 y con el despliegue de la 5G por parte de Huawei. Puede ser que Yuan se refiere a eso.  Véase, por ejemplo, https://www.cnbc.com/2019/05/15/steve-bannon-no-chance-trump-is-going-to-back-down-in-the-china-trade-war.html .

​[12] Nota del traductor: “Dos sesiones 两会” se refiere a las reuniones anuales de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino (CPPCC) – un cuerpo consultivo de más de 2.000 miembros – y el Congreso Nacional del Pueblo, el principal cuerpo legislativo chino.  Normalmente, las reuniones se celebran en marzo, pero debido a la pandemia de coronavirus, se pospusieron hasta mayo de 2020.

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